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30 de julio de 2009

Vivir Sin Amor

Convertirse en una persona que ha dejado de creer en el amor es una tragedia. Independientemente de la edad, es uno de los primeros rasgos de la muerte. Pero no es algo que suceda de un día para el otro, no es como comprar un carro o como que te echen de tu casa. Es más bien algo paulatino, como cuando cambias de voz en la adolescencia o cuando encaneces al comenzar a envejecer. Es una tragedia.

Y no es como si realmente dejáramos de creer. Somos más bien como los pesimistas que en realidad son los esperanzados sin remedio. Aquéllos que quieren creer que todo es negro porque se han llevado demasiadas decepciones en su vida al creer que siempre será blanco. Y siempre creen en secreto que todo será blanco.

Sin embargo, sólo he dejado de creer en el amor "para mí". Puede ser nada más la depresión venida de mi enfermedad, pero me he dado cuenta de que el amor, como caminar es una de esas cosas de la gente normal que se me ha vetado. Y ha sido a consecuencia de mi enfermedad. El otro día hablaba con un amigo y me decía algo así como que la mujer que se fije en alguien como yo, en silla de ruedas, será muy tonta o muy inteligente. Me conviene una mujer muy inteligente, pero debo admitir que en el mundo en que me manejo, casi no encontraré mujeres de ese tipo. Y he sido muy deficiente socialmente como para usar el internet para conocer gente. Ya ven, lo que hago es tener un blog.

Mas, como disculpa, no dejo de creer en el amor de los demás. Pienso que algún día mis hijas se van a enamorar, y aunque también les van a romper el corazón, algún día encontrarán a alguien más o menos ideal con quién casarse. Y el ciclo va a continuar, sin mí.

Una tragedia.

26 de julio de 2009

Los Comentaristas


Independientemente de si uno lo apoya o no lo apoya, el fútbol guatemalteco es decepcionante. Es común utilizar la frase "jugaron como nunca... y perdieron como siempre". Cientos y miles de esperanzas de llegar a un mundial, por ejemplo, se han visto frustradas todas las veces. No es como una máquina tragamonedas, que a veces nos da y a veces nos quita. Es una garantía de fracaso.

Sin embargo, no es el fútbol el que quiero criticar en esta ocasión, más bien quiero resaltar mi admiración por ciertas personas.

Uno como televidente o radioescucha tiene la opción de dejar de ver o escuchar si así lo desea. Si la decepción es mucha o la frustración es difícil de soportar, se puede renunciar a seguir con la tortura. Sin embargo, los narradores y comentaristas del partido no lo pueden hacer. No sólo no pueden hacerlo, sino que su profesionalismo los obliga a narrar el partido con emoción, con intensidad, a realizar críticas constructivas y alguna meramente destructiva. Ellos tienen que estar ahí, aunque el espectáculo sea pésimo.

Mi admiración es grande y honesta, no se me confunda con un sarcástico. Estamos hablando de que estas personas son verdaderos profesionales. Mantienen la emoción, mantienen la esperanza del público en la medida que pueden, nos hacen seguir viendo o escuchando, aún cuando ellos mismos quisieran renunciar. Y digamos que es posible narrar con emoción un partido, yo mismo, si tuviera la habilidad, podría hacerlo aunque el partido fuera malo, aunque el resultado sea triste para mí. Pero ellos han tenido que lidiar con la misma situación durante años y hasta décadas. ¿Cómo es posible que narren partidos con emoción y esperanza en la voz, después de pasar años y años de decepciones y frustraciones? Es gente de verdadera fe en el fútbol de nuestra nación, o es gente con un profesionalismo enorme e impecable. En cualquiera de los dos casos, son dignos de admiración y aplauso.

23 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXXIV)

Para cuando entré a quinto bachillerato, ya había conocido mejor a Lucky, nos habíamos hecho buenos amigos y hasta le había pedido que fuera mi novia. Por supuesto, me rechazó. Me dijo que quería que nos conociéramos más. A esa edad y por capricho de mi corazón, prefiero creer que era cierto lo que decía.

Ese mismo año que ella ingresó al colegio, a quinto perito contador, lo hizo también un excompañero de mis básicos. Casualmente, el que me había puesto al apodo de Abuelo. Nunca fuimos buenos amigos, así que tampoco lo fuimos ese año, nuestro pasado en común no sirvió de mucho.

El primer día de clases, Luz, quien me había gustado mucho el año anterior antes de conocer a Lucky, me buscó. Me entregó una carta (¡a mí!) en la que me contaba cómo su novio había terminado con ella a principios de enero (aquí el año escolar comienza entre el 15 y el 20 de enero) y lo mal que se sentía y que quería hablar conmigo. Inocente de mí, me sentí emocionado al saber que la primera persona a la que acudía al terminar con él era yo, que me tenía confianza y se acercaba a mí. Ya se imaginarán que llegué incluso a pensar en que tendría una oportunidad de que fuera mi novia. Estaba feliz, y por un momento dejé de pensar en Lucky.

Sin embargo, mi emoción duró poco. Como pasa en casi todos esos casos, se acercó a hablar conmigo pero no de "nosotros", sino de lo mal que se sentía al no estar con su novio, de lo mucho que lo quería todavía y de que aún tenía la esperanza de regresar con él. Mi decepción fue grande, pero no podía dejar de ser su amigo y tratar de apoyarla. Siempre he sido así, supongo que por la vocación de psicólogo que tengo, siempre trato de ayudar.

Así que tenía dos amigas que me gustaban pero que ya me habían rechazado. Sentía que debía seguir siendo amigo de ambas, sobre todo por la esperanza de que alguna de ellas eventualmente quisiera ser más que mi amiga. Pero también por el hecho de que me agradaba simplemente estar con ellas, no estaba acostumbrado a tener amigas, a tener la atención de dos mujeres bonitas, que me buscaban tanto como yo a ellas. Me sentía como nunca me había sentido. Y todo resultó tan mal...

22 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXXIII)

Al finalizar cuarto bachillerato las autoridades decidieron que era buena idea que hiciéramos unas "pre-prácticas". Que nos quedáramos en el colegio e hiciéramos algunos trabajos que se hacían en la computadora, para que ayudáramos y nos contara como "experiencia". En realidad no tenían ningún valor para nadie más que para el colegio, pero reglas son reglas.

Eso no es lo importante, lo que importa es que, una alumna que ingresaría como nueva al año siguiente también estaba asistiendo esos días de vacaciones. Con mi amigo Keny (¿era con una o con dos n's?) recorríamos el colegio en esa hora de descanso, y la vimos frente al laboratorio de computación. Él era igual o más tímido que yo, así que en lo que dábamos la vuelta por el colegio hasta encontrarla otra vez, me retó a que le hablara. Él me daba risa en ocasiones, porque me gustaba hacer cosas que no creía que yo haría, sólo para ver su expresión. Así que decidí aceptar la apuesta, y a la siguiente vez que la vimos, de inmediato le hablé.

Su nombre era Ilma Lucrecia Pinto Berdúo, y resultó ser la Mujer de mis Sueños. Nunca tuve nada con ella, a pesar de que lo intenté, supongo que por eso es la de mis sueños, porque no dio tiempo de que se volviera real. De inmediato comenzamos a hablar como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo, nos hicimos amigos y me trató como ninguna mujer lo había hecho hasta ese momento. Era femenina, teníamos muchos gustos en común, se portaba muy cariñosa conmigo, nunca había conocido una situación tan hermosa. Definitivamente me enamoré.

21 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXXII)

No estoy seguro de cómo contar esta historia. Hay tantas ideas en mi mente que pienso que podría relatar largamente lo que me sucedió. Otras veces pienso que la historia será corta y hasta sin sentido. Contaré todo como se me ocurre. La historia de lo que creo fue la peor decisión que tomé en mi vida, y quizá la más importante.

Cuando estaba en cuarto bachillerato me gustaba una alumna de quinto perito contador. Yo era demasiado tímido como para hablarle, pero le confesé a mi mejor amigo en la clase, que ella me gustaba. Se llamaba Luz Rogelia Ucelo Juárez. Un día, en el pequeño salón que servía de biblioteca al colegio, ella estaba sentada en una mesa. Cuando la vi le comenté a mi amigo que ella me gustaba, y él me preguntó que por qué no le hablaba. Yo le respondí obviamente que no tenía el valor. Él me llevó a la misma mesa que ella, muy a pesar mío. Y comenzó a hablarle, pues él no tenía ningún problema en hacer ese tipo de cosas. Como buen amigo que era, me introdujo en la conversación, y de algún lugar me salió la confianza para seguirle hablando, y buscarla a la hora de salida para seguir platicando con ella y quedar para seguir juntos más adelante.

Lamentablemente me convertí en su amigo, y ella se enteró de que yo era un año menor que ella. Desde el principio me dijo que nunca podría fijarse en alguien menor, qué prejuicio tan tonto, seguramente le cerró muchas puertas. Y no sólo eso, sino que me contó del novio que tenía, que lo quería, y más adelante de cómo le hizo daño y ella lo seguía queriendo. Fue doloroso y frustrante para mí darme cuenta del daño que se hacía ella misma, y que nunca me daría la oportunidad de hacerla feliz. Fue triste, pero esta es sólo una pequeña parte de la historia que en realidad me interesa contar.

16 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXXI)

Como cualquier alumno que está a punto de graduarse, nos sentíamos la crema y nata del colegio. Los más grandes, los más especiales, los que sabíamos más que todos, los más bonitos y los que olían mejor. ¡Somos tan graciosos a esa edad! Supongo que por la misma razón, a las autoridades del colegio no les gustaba nuestra actitud, y trataban de demostrarnos "quién mandaba".

Una de las cosas indebidas que solíamos hacer al creer que éramos algo así como los mejores, era un juego estúpido que hacíamos en el salón. Todos éramos hombres, así que no había razones para cohibirnos. El juego fue evolucionando hasta llegar a lo que fue, pero era del modo siguiente: apagábamos las luces durante un momento y mientras el salón estaba a oscuras nos arrojábamos cosas, sin saber a quién le iba a caer qué. Al principio sólo se arrojaban bolas de papel, pero luego de un tiempo los más atrevidos comenzaron a arrojar otras cosas, llegando a arrojar las mochilas de los compañeros. En una ocasión comenzamos a arrojar el basurero de la clase, y siendo éste de plástico, terminó hecho pedazos. El director llegó al aula y nos regañó. No pudo probar nada, nosotros negamos todo, pero ya estábamos advertidos.

Fue divertido que el director cumpliera su promesa, porque lo hizo con la primer excusa que encontró. Un día en que teníamos un periodo libre pues un maestro se había ausentado, decidimos relajarnos y sentarnos en las sillas que estaban frente al salón. Ese día él caminaba por el colegio y nos encontró fuera de nuestro salón. Esa fue la excusa para llevarnos a dirección, regañarnos y suspendernos a TODOS por un día. Fue gracioso que nos castigara por un tecnicismo, pero así es como se logra hacer justicia a veces. No soy de esos niños tontos que hablan acerca de lo injusto que fue ese señor... soy un adulto que se ríe de las tonteras que hizo de joven, y acepta que no tenía la razón.

Suspender a todo un grado no era políticamente correcto, así que suspendió a la mitad de la clase para un día, y para el otro a la otra mitad. Yo quedé en la mitad aburrida (tal vez por ser buen estudiante) y recibí clases junto con ellos. La mitad divertida convenció a los maestros de que, como no estábamos todos, era inútil dar clases. Cosas de juventud.

14 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXX)

Cuando llegamos a quinto bachillerato, la única mujer que terminó cuarto con nosotros, también nos dejó. No tenía el carácter para estar rodeada de hombres. Hay mujeres que se sienten cómodas compartiendo con hombres más que con mujeres, pero no era el caso de ella. Así que de nuevo y por casualidad, terminé estudiando en un aula con alumnos solamente de mi mismo sexo. Irónico, pues siempre me he llevado mejor con las mujeres. Quizá por eso fue tan bueno que compartiera con hombres casi toda mi educación.

Al ser sólo hombres, existía un ambiente "diferente" al de las otras aulas. No es lo mismo que un aula mixta, pero sobre todo no es lo mismo ser un grado homogéneo cuando el resto de aulas son mixtas. A excepción de secretariado, claro. Pero fue bueno, debo admitirlo.

Una de esas cosas especiales de ser sólo hombres fue la época en que un par de compañeros (debo decir que yo no estaba incluído) se percataron de que algunas alumnas de básicos gustaban mucho de ellos. Había una morenita bonita y atrevida de 1o básico que comenzó un oficio de celestina entre ellos, que cayeron como buenos hombres, por vanidad, y otras alumnas de ese grado, pobres inocentes. El asunto fue cómo se facilitó utilizar nuestra aula para los besos pactados entre ellos. Algo quizá más difícil y público si hubiésemos tenido compañeras.

Mi mejor amigo ese año, Gerardo, se había hecho muy amigo del profesor de Matemática. Así que no nos costó mucho convencerlo de que viéramos una película porno en clase. Íbamos a ver una película con la maestra de Estética, Romeo y Julieta, y a "alguien" se le ocurrió que sería buena idea aprovechar para ver otra película ese día. Sólo había que "planearlo bien". ¿Suena familiar? En fin, lo convencimos, vimos Romeo y Julieta y luego, en el período del otro maestro, vimos la porno. Él mismo no se creía lo que estaba haciendo, pero igual lo hicimos. Fue divertido, nadie lo supo.

12 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXIX)

La fiesta cuando estaba en quinto bachillerato. Por supuesto, fui con Idalia. Era un niño de 17 años orgullosísimo de ir a una fiesta con mi maestra, de 22. Ni siquiera recuerdo cómo decidimos ir juntos, pero era natural siendo amigos y habiéndonos convertido en dos personas tan apegadas. Ella invitó a una amiga. Yo invité a un amigo. Nos reunimos en la discoteca, ella vestía muy bien, o más bien me encantó cómo se veía.

La prima de la compañera que estudiaba perito contador también fue a la fiesta, pero ese año mi interés estaba en otra persona. No lo lamento, la verdad es que desde el año pasado me había equivocado completamente con ella.

Lo que más recuerdo de esa fiesta, y que quedó grabado en mi mente para el resto de mis días, fue cuando bailamos. Después de un rato de escuchar la música y tomar algo, la saqué a bailar. No sé cuánto tiempo fue, pero yo me sentí muy bien. En un momento pusieron la canción "Antología" de Shakira. La canción estaba de moda en aquélla época. Para quienes no lo saben, es una canción lenta. Pensé que bailaríamos lento, pero separados. En eso sentí que tenía sus brazos en mis hombros, y yo en su cintura. Fue el momento más emocionante de mi vida hasta ese momento, y creo que por eso lo recuerdo tanto y con tanta emoción. Ella comenzó a acercar sus manos a mi cuello, comenzaba a abrazarlo. Entonces yo sentí que tenía que corresponder, y comencé a abrazar su cintura. Cada vez nos acercábamos más, ella a mi cuello y yo a su cintura, y el abrazo era más obvio. Yo me sentía tan bien como nunca, y hoy estoy seguro de que ese día nuestra relación hubiera cambiado. Pero su amiga seguramente se dio cuenta, y seguramente también sabía algo que yo no, porque nos llegó a interrumpir. Le pidió a ella que le acompañara a algún lado, y me dejó a media canción y a media emoción, solo en la pista.

Mi mejor momento hasta esa fecha, y lo arruinó una amiga escrupulosa. Esa canción siempre me trae recuerdos, y siempre significará mucho para mí. Igual que el recuerdo, igual que Idalia.

11 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXVIII)

Idalia, mi maestra de Contabilidad. Como maestra me agradó, era buena en lo que hacía. Como persona era noble y de buen corazón. Como mujer me gustó. Como amiga la extraño.

Fue mi maestra de Contabilidad en cuarto bachillerato. Me agradó y nos daba suficiente confianza a nosotros sus alumnos. No demasiada, nadie se pasaba de la raya. Sin embargo, cada vez platicamos más y sin darme cuenta fuimos formando una amistad. A mí me gustaba, pero era demasiado delgada para mis amigos, más bien flaca. Me acerqué a ella con intenciones románticas y nunca sucedió nada. Las cosas comenzaron cuando estaba en cuarto y se concretaron cuando estaba en quinto.

En quinto bachillerato nuestra relación ya se había consolidado, no sé exactamente cómo. Pasábamos bastante tiempo juntos, platicábamos de muchas cosas que teníamos en común y de otras distintas entre nosotros. Recuerdo que en una ocasión, en una de las mesas para refaccionar, se lo pedí y ella me escribió un pequeño poema acerca de la amistad. Ese papel aún lo conservo con mucho cariño. Constantemente le enseñaba lo que yo escribía, pues desde que comencé a los quince nunca dejé de escribir, y ella los apreciaba y me daba su opinión.

Recuerdo una ocasión, en que por primera vez sentí que no era un alumno que le cayera bien, sino realmente su amigo. Estábamos en el colegio, yo le mostraba un poema que había escrito. Ella lo leyó, como siempre. Hizo un comentario y salió corriendo. Yo salí corriendo detrás de ella, recorrimos todo el colegio en esa persecución. Las instalaciones eran pequeñas, así que no era para cansarse ni para lucirse, pero muchos nos vieron. Terminamos en un salón al lado del salón de maestros, ella entró y cerró la puerta, yo detrás tratándola de alcanzar. El proverbial juego de forcejeo infantil en la puerta. Al final salió, llena de risa y yo también, frente a la mirada de otros alumnos que juzgaban, y con razón, lo que veían. Por primera vez la sentía como igual, sin ser mi maestra, sin ser mayor que yo, sin barreras. Es un recuerdo tan grato y siempre me acompañará, junto con otros que tengo de ella.

10 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXVII)

No he ido a muchas fiestas en mi vida, y de todos modos la mayoría de ellas no fueron significativas, así que no vale la pena hablar de todas, sólo unas pocas. Recuerdo la primera fiesta que hubo en el CESC. Esta ya fue en una discoteca (pero en la tarde), así que era nuevo para mí. Fuimos, todos vestían bonito, para gustar, como se hace en esas ocasiones. Mis compañeros ya habían entablado una relación de interés con algunas estudiantes de perito contador, y yo también tenía una favorita (que tristemente no era Caty). Aleyda no fue, o fue con su novio, que es lo mismo.

En fin, comenzamos a bailar, rompiendo un poco y sólo un poco el esquema de una fila de mujeres frente a una de hombres. Se parecía más a una discoteca "de verdad". Yo bailé con quien me gustaba, y ahí se descubrió nuevamente que no bailaba tan mal. Claro que mientras más gente se conoce, bailar bien deja de ser una exclusividad, y cada vez conoces más personas que bailan mejor que tú, aunque bailes bien. Yo no era la gran novedad, pero no me importaba mucho, la verdad.

Lo que sí me importó fue que conocí a la prima de una alumna de perito contador, y creo que sentimos suficiente química. Bailamos, hablamos, compartimos y le agradé. Me da mucha risa, pues cuando recuerdo hoy las escenas que permanecen en mi cabeza, de sus miradas, sus acciones, la manera en que se acercaba a mí, me doy cuenta de que de verdad le gustaba. En general siempre he sido un idiota en cuanto a darme cuenta de si le gusto o no a una mujer se trata, y me ha costado mucho aprender con el tiempo. Hoy estoy seguro de que le gustaba, aquella tarde aún me preguntaba "¿le gusto?". Lo creía, pero no estaba seguro.

Lo creía porque al salir de la fiesta, lo hice con el grupito de ella, y platicamos durante el camino hasta que cada quién abordaba el bus a su destino. Me dijo dónde vivía y pude pedirle su número, o planear otra cita, pero yo era tan malo para eso entonces... Aún soy bastante malo, pero ya no tanto. En fin, en el camino se nos acercó un niño que vendía rosas, y me preguntó si no le compraba una a mi novia. Yo me sonrojé con vergüenza y ella me vio con una mirada que hoy no podría discutir. No tenía dinero, así que no compré nada, pero sé que eso no la desilusionó.

Unos días después, la prima de ella que estudiaba en el colegio me dijo que me mandaba saludos. Yo ya ni siquiera pensaba en ella, y por supuesto que no entendí el significado de ese saludo. No pasó nunca nada con ella, a pesar de que sí me gustó. Tonto de nuevo.

7 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXVI)

Cometí muchas veces el mismo error durante mi vida. Quizá responda a ese mecanismo de autodestrucción que tenemos muchos de nosotros. Ese capricho de la personalidad que nos impide ser felices. Esa fuerza oscura que nos aleja del éxito, que desbarata todo aquello que podría hacer más placentera nuesta existencia. Esa manía de arruinar nuestras oportunidades de estar mejor.

No voy a adornar la historia, la verdad es que no puedo asegurar nada al cien por ciento, pero resulta que algunas veces he tenido la oportunidad de escoger entre dos mujeres, una mejor que la otra; una que me conviene más que la otra. Lo digo, no quiero exagerar, no hay mujer perfecta, pero si hubiese escogido mejor, quizá hubiera tenido más momentos de felicidad.

Por ejemplo, al comenzar a estudiar el bachillerato, me gustó mi compañera de clase, Aleyda. Ella tenía novio, en primer lugar, no era buena estudiante y francamente no era tan bonita. Más adelante conocí a otra niña que estudiaba para perito contador. Fue extraño, pues la ví muchas veces en el camino al colegio, y por una razón totalmente ajena a mí, comencé a hablarle. No sé cómo lo hice, nunca había hecho nada semejante, pero comencé a saludarla y recorrer con ella el camino desde que nos encontrábamos hasta el colegio. Se llamaba Caty, tenía una sonrisa linda, unos ojos bellos, y una personalidad relajada. Hoy definitivamente me gusta más, pero en aquellos días no pensaba como ahora. Me gustaba más Aleyda, aunque poco a poco me gané el cariño de ambas. Pude escoger a Caty, no estaba consciente de que Aleyda nunca me querría. Pero mi corazón tenía otros planes, y con el tiempo Caty se dio cuenta de que yo era "sólo su amigo". La perdí, y me quedé sin nada.

Tonto, perdí la oportunidad de tener un noviazgo normal, quién sabe de verdad si bueno o malo, pero lo perdí. Escogí entregar mi corazón a alguien que no lo merecería, teniendo la oportunidad de entregarlo más correctamente. Eso me sucedió más de una vez en la vida, y no siempre lo lamenté. Hasta ahora, que miro atrás y pienso que la vida es mejor cuando se piensa en las consecuencias, que la juventud no es una excusa para vivir irresponsablemente, porque después de todo la única persona que resentirá nuestros errores seremos nosotros mismos. Otros tendrán que vivir a veces con nuestras decisiones, pero nadie como nosotros.

5 de julio de 2009

Chantaje Sentimental

Las personas como yo, que creemos que tenemos mejor gusto que los demás, que nuestras apetencias son más refinadas, gustamos de criticar el gusto de los demás. Y encontrar razones lógicas que apoyen nuestras críticas. Una de esas críticas es al gusto de la gente "común y corriente" en cuanto a programas de televisión y cine. Nos gusta pensar, por ejemplo, que las telenovelas y programas por el estilo son sentimentaloides, y que eso atrae a la gran mayoría. O que también atrae la fantasía de ser la chica pobre que se casa con el niño rico. Fantasías para evadir la realidad, historias que nos venden para que olvidemos un rato que nuetra vida no nos gusta y vivamos a través de otros las emociones que quisiéramos vivir en carne propia. Lamentable, triste, lastimero.

En cambio, "nosotros" somos distintos. Leemos, apreciamos historias más humanas. De crecimiento personal, de drama existencial, de decisiones realmente importantes y significativas. Vidas importantes, personajes que han marcado la Historia. No compramos lo que nos "venden" cuando hacen comedia física, cuando los malos y los buenos son estereotipos, cuando las historias son predecibles, cuando los sentimientos son caricaturas de sentimientos nada más.

Pero, ¿no es eso lo que pasa siempre con TODOS? Nos cuentan una historia acerca de Hitler, pero igual nos la "venden". Leemos un libro acerca del dilema humano de encontrar el sentido de la vida, pero igual lo leemos porque a través de él vivimos lo que no vivimos en nuestra propia vida. El comercio de sentimientos y fantasías es el mismo. El objetivo siempre es que compremos, que consumamos, y en el mejor de los casos que tengamos acceso a la información. Pero nadie se puede sentir realmente superior en ese sentido, sólo porque se cree "más refinado". Si prefiero ver "Gran Torino" en lugar de "Ice Age 3" a lo mejor puedo decir que mis gustos son distintos, pero en un análisis puro, dificilmente me atreveré a decir que son mejores sin temor a ser un hipócrita.

Muchos podrán pensar distinto y criticarme. Encontrar que lo "refinado" existe de verdad y de verdad es mejor que lo "vulgar". En la práctica, yo también estoy de acuerdo en que es mejor, pero desde un punto de vista "puro" debo reconocer lo que yo llamo Verdad.

1 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXV)

Pude vivir algunas cosas nuevas estudiando bachillerato. Una de las que más marcó mi vida fue aprender a programar. Apenas me gustaba la computación, y no tenía ni un año completo desde que tuve una computadora en mi casa y pude explorar por mí mismo. Sacar el potencial que tengo como autodidacta. Resulta que la programación me gustó y la entendí. Resulté bueno para resolver problemas con código, para comprender cómo funciona un programa, para utilizar las piezas para armar nuevos rompecabezas. Crear cosas nuevas que funcionan, eso siempre me seduce.

Mi mejor amigo en esos años fue Gerardo, y compartimos muchos gustos en la música y la animación japonesa. Yo lo ayudaba en programación y me gustaba cuando acudía a mí, frustrado con un problema que no resolvía. Yo nada más cambiaba un signo, lo borraba o lo agregaba, algo sencillo y él me decía, muy molesto: "¿y con eso ya?". Me agradaba porque casi siempre el cambio que yo hacía funcionaba. Demostraba que yo sabía lo que hacía. Pero fue sólo cuestión de tiempo para darme cuenta de que sólo fui un tuerto en país de ciegos. Las cosas que se pueden hacer en programación no se comparan con las pequeñeces de que soy capaz. Sé que tengo el potencial, pero no hay nadie que me enseñe y no he tenido la verdadera necesidad de aprender. Otra cosa que quedó en el olvido.

Pero fui bueno, demostré de nuevo que hacía fácilmente cosas mejores de las que otros hacían con esfuerzo. Otra vez las cosas fueron fáciles para mí, y mi estilo de vida seguía funcionando, lamentablemente.

Ese año me fijé en una compañera de grado. Un compañero, del mismo grado también, se fijó en ella del mismo modo. Más adelante nos dimos cuenta de que teníamos el mismo gusto para las mujeres, pero no dejamos que eso se volviera un problema. En esa primera ocasión hablamos y nos terminamos riendo del asunto. Ninguno se quedó con ella, pues tenía novio y resultó ser la que abandonó los estudios ese año. Al año siguiente cada quién siguió su camino romántico, y creo que fue más por respeto que por gusto. Ahí comencé a comprender que no se debe perder una amistad por una mujer. Nunca vale la pena.