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25 de junio de 2010

La Originalidad de la Moda

A todos, supongo, nos gusta ser originales. Decir que no seguimos al montón, aunque lo hagamos. Por alguna razón, nos gusta encontrar nuestra identidad propia, única, irrepetible al menos en nuestro entorno. Quién sabe si no hay una persona que tendrá al menos 95 por ciento en común con nosotros, que vendría a ser como un espejo insultante, pero al otro lado del mundo, y ambos viviríamos felices creyendo ser "los únicos". Pero esto de la originalidad debe ser una fantasía, no es posible ser parte de una sociedad, de un grupo de amigos o una familia siendo totalmente original.



Creo que ser original es ser diferente. Ser lo que nadie es. Pero ser lo que nadie es también implica alejarse de la gente. O más bien, ser el tipo de persona que la gente aleja de sí. Vestir diferente, hablar diferente, tener opiniones diferentes. En ese sentido, considero que soy bastante original. Modestia aparte claro, pues es difícil encontrarle un lugar a la modestia cuando se trata de ser absolutamente sincero.


Entonces, tener opiniones propias y un estilo único de verdad implica estar listo para alejarse de la gente. No puedo evitar tener cierto desprecio por los chicos que creen ser originales por sus modos de vestir, y a la vez son parte del grupo de estudiantes en su colegio, al menos de unos 6 á 10, que también son igual de "originales". Por ejemplo, los roqueros. Y resulta que existen otros dos o tres grupos en el mismo colegio, igual de "originales". Y otros tres grupos de raperos, que también consideran ser "originales" porque no les gusta la música de los otros. O los fresas que no escuchan reguetón, así que son "originales". O los cristianos, que son originales porque huyen de lo "mundano". Todos son originales. Pero resulta que sólo siguen la moda de su elección y se reúnen con personas con los mismos gustos. Así pues, la originalidad popular (¿oxímoron?) es un espejismo creado para nosotros mismos, para sobrevivir a una vida sin encanto.


Y los verdaderamente originales no tienen grupo, son alejados por la gente que no los ve como originales, sino como "raros". Y olvidan en esos instantes el detalle de que esa gente original es la que pasa muchas veces a la Historia. Lástima para tanta gente "original".


PD: sí, yo estoy muy alejado de la gente, pero no creo pasar a la historia...



24 de junio de 2010

Es Sólo un Juego

El mundial de fútbol está de moda y yo ni siquiera intento evadir el tema. Al contrario, es fuente de reflexiones e ideas. Por ejemplo, hoy veía un partido en la televisión y al ver a un jugador se me ocurrió que, después de todo, el fútbol es sólo un juego. Existen muchas diferencias de forma entre los partidos de la copa mundial y el partido de los niños del barrio, pero esencialmente es la misma cosa. Es un juego que sirve tanto para divertir y entretener como para divertirse.



Pero claro, los jugadores profesionales (como cualquier otro deportista profesional) no está nada más "jugando". Alteran todo su futuro económico y profesional con la decisión que toman de jugar, arriesgan su salud y hasta su vida misma al hacerlo. Y yo, aunque nunca he sido aficionado al deporte, no opino que eso esté mal. Mas, lo que sí opino que está mal es esa diferencia que yo hago entre tomárselo en serio y tomárselo personal.


Para mí, un deportista profesional se toma su juego en serio. Por esa razón entrena esforzadamente, y cuida de su salud y procura mejorar su técnica de juego, su resistencia física y aprende acerca de estrategias y otras cosas que le puedan ayudar a ser mejor en su deporte. Juega en serio, por eso se esfuerza y se frustra cuando pierde. Pero no se lo toma personal. Quizá se preste a confusión, por eso lo explico. Alguien dirá que no, que no hay nada más personal para un deportista profesional que su deporte, y yo puedo estar de acuerdo en eso. Lo que sucede es que tenía que ponerle un nombre a las cosas para poder diferenciarlas.


Cuando yo digo que alguien se toma el deporte como personal, quiero decir que se lo toma más allá de la conciencia de que es un juego. Y existen miles de personas que se lo toman personal. Y no sólo jugadores, sino fanáticos en todo el mundo. De hecho, me atrevo a decir que la mayoría de jugadores profesionales se lo toman en serio, mientras los fanáticos se lo toman personal. Son aquellos que un punto, un gol, una carrera, etcétera, se los toman como un golpe en la cabeza o en el estómago. Cada encuentro perdido es como un robo armado, una traición personal. Y es lamentable, porque se observan por parte de estas personas, conductas que no exhiben ni siquiera los jugadores profesionales, que participan directamente de los hechos. Es lamentable pero sobre todo vergonzoso no tener suficientes cosas en la vida a tomar en serio como para apropiarse (y de un modo tan extremista) de algo que es, en resumidas cuentas, un juego.


23 de junio de 2010

Falsas Creencias

Todas las personas tienen un conjunto de creencias, y las practican en su vida diaria y dan siempre evidencias de que creen y practican aquello en lo que creen. Sin embargo, en mi vida varias veces me he percatado de que tales creencias son una mentira, una farsa. Las personas tienen creencias que les hacen evadir la realidad y aparentar ser mejores de lo que son. Les hacen creer a ellos mismos que son mejores de lo que son. Pero todo es una máscara, una falsedad, y en los momentos cruciales de la vida nos podemos dar cuenta de ello.



No es ya extraño para mí observar cómo las personas traicionan sus creencias en los momentos de crisis. Me ha tocado escuchar de su boca a alguna compañera de estudios en Psicología cómo me decía que no creía en tal ciencia, que todo era mentira y en lo único que confiaba era la religión. ¿Cómo alguien puede dedicar años al estudio de una ciencia en la que no cree? Personas que se dicen tener mucha fe en su religión, pero que al tener un problema grave se refugian, por ejemplo, en la bebida y maldicen a ese Dios al que adoraban cuando todo estaba bien. Conozco el caso de una mujer que practicaba la meditación y cuestiones por el estilo, que al encontrarse en una situación de miedo, su meditación no le sirvió de nada. Gente falsa, la detesto.


Quizá las personas más admirables del mundo son aquellas que tienen creencias firmes y que no las traicionan. Aquellos que dicen amar a la Humanidad, y que la siguen amando a pesar de que hayan asesinado a su hijo, por ejemplo. Las personas realmente fuertes que siguen de pie a pesar de las adversidades, y no traicionan sus creencias, sin importar qué. Las personas realmente valerosas que no dejan que el miedo, la frustración o las crisis las hagan abandonar aquello en lo que creen.


Por eso me dan risa todas esas personas que dicen creer sólo para guardar las apariencias, para que los demás crean que son mejores, que creen en algo sólo para "quedar bien" con los demás, para no ser juzgados ni señalados. Para no ser objeto de burla o discriminación. Todos ellos son cobardes. Gente traidora, sin principios, falsa como sus creencias.


22 de junio de 2010

El Abuelo Inseguro

Ni siquiera debería de hacer algo semejante, pero todos tenemos algo de inseguridad en nosotros y la cultura actual que da tanta importancia a la popularidad termina obligándote a unirte. Nunca he dado demasiada importancia a este tipo de cosas, pero habré de admitir que a veces se piensa en ello.


Así que sacrificando casi toda mi dignidad, este post es únicamente para invitarlos a unirse como seguidores del blog. Quizá no es inseguridad relacionada a la popularidad, sino inseguridad de escritor, un deseo de saber un poco mejor si soy leído, además del recurso del contador. ¿Soy leído? ¿Gusto? ¿Qué temas son más apreciado? Etcétera. Bastante inseguridad.


19 de junio de 2010

Antes de Dormir

A esa hora en que la oscuridad abraza a los que duermen,

cuando el silencio es suficiente para escuchar a los perros ladrando a algún desconocido

y quizá hasta un disparo nocturno,

A la hora en que la paz despierta y puedo pensar con la mente más clara

pienso en ti.

Reflexiono sobre nuestra felicidad hipotética,

fantaseo con que estás acostada detrás de mí, junto a mí en mi cama

y me abrazas y sé que no me dejarás ir.

Siento tus senos en mi espalda

y soy feliz.

Felicidad y paz reinan en las noches oscuras en que los demás duermen

y yo fantaseo con la vida que pudimos compartir si yo hubiese sido más maduro.

Luchar por ser feliz, luchar para hacerte feliz.

Quizá.



13 de junio de 2010

Mentalidad Ganadora

Se dice que no existe ninguna condición genética que predisponga a alguien para ser un excelente jugador de fútbol. Y sin embargo, siempre se espera mucho de los brasileños, por ejemplo. ¿Acaso ellos son un pueblo bendecido con la habilidad de patear balones? La ciencia dice que no. Nosotros, los guatemaltecos, jamás hemos ido a un mundial. La ciencia también dice que nosotros no somos alguna especie de oligofrénicos del deporte.


Entonces, como buen psicólogo y al gustarme tanto lo social, pienso que es cuestión cultural. Los guatemaltecos tenemos un dicho común respecto a la forma en que juega nuestra selección nacional de fútbol. Es: "jugaron como nunca y perdieron como siempre." No sé si en otros países también se expresan así, de todos modos no es el punto. Se trata de que somos completamente pesimistas, esperamos que nuestro equipo pierda, y quizá de alguna manera enfermiza lo deseamos. Es como si esperásemos que nuestro equipo sea malo, nuestros jugadores no sean profesionales y se comporten deficientemente siempre.


No soy brasileño, no conozco a nadie de esa nacionalidad. Pero me pregunto cuál es la opinión popular y subconsciente respecto a sus equipos. Fácilmente alguien podrá opinar que juzgan positivamente a sus futbolistas porque ganan, pero yo sé que la psicología humana no es clara, y pienso que bien puede ser al revés. Que los jugadores ganan porque las personas esperan eso de ellos. La buena opinión que tienen los brasileños de su selección mejora su desempeño, y su buen desempeño refuerza la buena opinión de la gente. En un círculo vicioso de positivismo. Y tal vez, sólo tal vez, los guatemaltecos vivimos en un círculo vicioso de derrota. Entonces, alguien debería tomar la iniciativa para romper ese círculo. Los fanáticos, podría ser, comenzando a creer de verdad. Y quitarnos esa mentalidad de perdedores que afecta otros aspectos de la vida del guatemalteco, de la que quizá hablaré en otra ocasión.


11 de junio de 2010

De Noche Para Siempre (XCIX)

Era costumbre en el centro de prácticas realizar un viaje anual que duraba un fin de semana. Se realizaba como parte del programa de Salud Mental, lo cual quería decir que era simple diversión, pero además contaba como 48 horas de práctica. Los alumnos de 3o debían reunir 300 horas, los de 4o, 400 y los de 5o, quinientas horas como requisito para aprobar el curso. El viaje era todo ganancia, y nos dejaba excelentes recuerdos.


Recuerdo un viaje a Panajachel (quienes no lo conocen pueden informarse aquí). Disfrutamos del lugar, la compañía, la diversión. Pero sobre todo recuerdo que al final de la primera noche, cuando regresamos al hotel en que nos hospedamos, cada quien se fue a dormir a su habitación. En realidad, compartíamos habitaciones en grupos de tres o cuatro. Yo no fui a acostarme en ese momento. Me senté en una banca y observé un rato la luna llena. Hermosa. Como cuando era adolescente y subía al techo de mi casa también para observar la luna y pensar. Pensar en la vida, su significado, el significado de mi existencia y mi insignificancia.



Me senté en la banca, respiraba el aire de la noche y observaba esa luna gigante iluminando el cielo despejado. Me sentí completamente en paz, y sabía que ese momento solamente lo podía compartir con alguien. Con R. Inocentemente quizá, sigo convencido de que ella hubiese comprendido mis sentimientos en ese lugar y momento. Sin afanes románticos, creo que ella hubiese compartido esa paz que sentía con ese silencio y esa luz clara de una noche inolvidable. Creo que ella no hubiese perturbado ese sentimiento. Sin embargo, ella no estaba ahí. Estaba en su habitación y quizá ya descansando. Era yo, solamente yo quien vivía esa ocasión tan importante. Como casi siempre en mi vida.


No me arrepiento del momento, es de esos que estarán en mi recuerdo por siempre. Pero hubiese preferido compartirlo, y compartirlo con ella. Sueño con esa paz, que tanto se me ha escapado en estos días, con su rostro que no lo he visto en tanto tiempo, con su voz y su sonrisa. Y con la luna que me enseñó la humilde felicidad de respirar.


4 de junio de 2010

De Noche Para Siempre (XCVIII)

Los años 2,003 y 2,004 fueron sumamente satisfactorios como maestro. Anteriormente había trabajado teniendo una computadora entre los alumnos y yo, de modo que la experiencia era distinta. Antes ya había trabajado sin computadoras, pero fue en años en que era más joven, con menos experiencia docente y menos seguridad en mí mismo. Ya no tenía que enseñar los mismos contenidos respecto a computación y programación. Podía dejar eso de lado y enseñar idioma español y literatura. Mi motivación era tan grande que se transmitía a mis alumnos. A la vez, cuando el personal administrativo necesitaba ayuda técnica con las computadoras, yo demostré tener más conocimiento que quien era el maestro de computación. Me sentía grande.


Tuve la oportunidad de sentirme más cerca de mis alumnos. Establecer relaciones personales más estrechas y significativas. Utilizar técnicas de enseñanza distintas. Mejorar mis propios conocimientos y transmitirlos. Tuve la oportunidad de ser evaluado quizá como el mejor docente de la institución. Y a la vez, tuve la oportunidad de estar de nuevo en la que fue mi casa. Pero me di cuenta de los cambios que sufrió, de cómo los rincones que habían sido especiales y de los que me sabía su historia, ahora no significaban nada. Vi la muerte en vida de la que había sido mi casa y mi hogar.


Como siempre, demostré que era un buen maestro, alguien inteligente y que sin embargo no se ceñía a las reglas habituales. Tenía una manera distinta de hacer las cosas que a la vez no resultaba ser incorrecta. Demostré seguir mejorando como docente y como estudiante. En la Universidad seguía mejorando y encontrando mi identidad como profesional, como adulto, como hombre. Aún me faltaba ser un marido y un padre mejor, pero el destino me iba a tener para más tarde esas lecciones.


1 de junio de 2010

De Noche Para Siempre (XCVII)

La casa donde viví de niño es bastante especial para mí. Todo tipo de recuerdos de mi infancia y adolescencia. Sin embargo, el destino me tenía reservada una sorpresa, que no sería tan amarga ni tan grata.



Cuando me casé, dejé la casa donde había vivido y me mudé a la de mi esposa. Tiempo después animé a mi mamá y mi abuela a dejar la casa también. Después de que se fueron, el ingeniero decidió dejar también la casa y alquilarla. Resultó que a quien la alquiló la utilizó como instalación para un colegio. Yo, siendo maestro y conociendo a los antiguos dueños de la casa, fácilmente conseguí una oportunidad para trabajar ahí. Me dieron la oportunidad de trabajar como maestro de computación y programación, y estrenar el laboratorio de cómputo que iniciaría con el colegio. Sin embargo, pedí una oportunidad para trabajar en el área de idioma español y estudios sociales. No sabía en ese momento que comenzaría mi época más satisfactoria como docente.


Así pues, comencé a trabajar en un colegio nuevo, con alumnos nuevos, instalaciones nuevas, en una casa donde pasé mi niñez y adolescencia. Era divertido y monstruoso regresar todos los días a la casa donde crecí y ver los grandes cambios, las habitaciones llenas de pupitres, los rincones de tantos recuerdos ocupados por alumnos desconocidos, la basura que nunca falta en los colegios, el ruido y las paredes nuevas. El jardín desaparecido bajo el concreto. Parecía que la casa no me dejaría ir tan fácilmente, pero creo que también cumpliría el mismo destino de muchas cosas y personas en mi vida. La ilusión de la infancia sería la decepción de la adultez. El desencanto de la madurez.