Hace un par de días realizamos la primera reunión de exalumnos del Instituto San Ignacio, quienes egresamos en el año 1,995. Fue gratificante de varias maneras, pero sobre todo resulta interesante la forma en que casi no hemos cambiado. Por supuesto, algunos están más gordos, aunque no se note demasiado. Otros comienzan a arrugarse y a perder el cabello. Quince años de historias, multiplicadas por los siete que nos reunimos esta vez son demasiadas para una noche, pero cualquier comienzo es un buen comienzo.
Como los entrañables personajes de "Los Cachorros", ahí estábamos el Memo, el Chucho, Lepe, el Cochinillo, Pacheco, Von Quednow y el Abuelo. No es necesario que conozcan sus caras ni sus nombres verdaderos, ya que todos hemos tenido antiguas amistades que nos gustaría revivir. Anécdotas de adolescencia, enemistades y enojos, complicidades y chistes privados, que pertenecen a un círculo único e irrepetible en toda la historia de la Humanidad. Ese es uno de los mayores tesoros de la vida: la irrepetibilidad. Quienes sea que me lean me comprenderán, sea en cualquier parte de América o Europa, como extranjero extrañando su patria. Casos tan extraños y tan comunes a la vez. Me comprenderán porque la nostalgia es universal.
Gracias a la tecnología, al internet, pero sobre todo a los lazos humanos, se ha podido realizar esta reunión. Y quienes lanzan pestes sobre los avances tecnológicos y critican (con cierta razón) fenómenos como la pornografía, los consejos acerca del suicidio y el cyberbullyng del que he escuchado recientemente, también debe considerar cómo estos lazos de amistad se han recuperado, y cómo hubiese sido imposible 20 años atrás, quizá menos. Celebremos lo bueno, siempre es lo mejor en la vida. Celebremos los chistes antiguos y nuevos, las historias que renacen y las buenas nuevas de las que nos enteramos en una reunión (espero que sólo la primera) con la que seguramente ni siquiera soñamos 15 años atrás.
Así que, muchá, no sean rechas y los que no fueron a esta reunión, pónganse las pilas para que haya más mara la próxima vez.