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22 de noviembre de 2010

Reunión 1.0

Hace un par de días realizamos la primera reunión de exalumnos del Instituto San Ignacio, quienes egresamos en el año 1,995. Fue gratificante de varias maneras, pero sobre todo resulta interesante la forma en que casi no hemos cambiado. Por supuesto, algunos están más gordos, aunque no se note demasiado. Otros comienzan a arrugarse y a perder el cabello. Quince años de historias, multiplicadas por los siete que nos reunimos esta vez son demasiadas para una noche, pero cualquier comienzo es un buen comienzo.


Como los entrañables personajes de "Los Cachorros", ahí estábamos el Memo, el Chucho, Lepe, el Cochinillo, Pacheco, Von Quednow y el Abuelo. No es necesario que conozcan sus caras ni sus nombres verdaderos, ya que todos hemos tenido antiguas amistades que nos gustaría revivir. Anécdotas de adolescencia, enemistades y enojos, complicidades y chistes privados, que pertenecen a un círculo único e irrepetible en toda la historia de la Humanidad. Ese es uno de los mayores tesoros de la vida: la irrepetibilidad. Quienes sea que me lean me comprenderán, sea en cualquier parte de América o Europa, como extranjero extrañando su patria. Casos tan extraños y tan comunes a la vez. Me comprenderán porque la nostalgia es universal.


Gracias a la tecnología, al internet, pero sobre todo a los lazos humanos, se ha podido realizar esta reunión. Y quienes lanzan pestes sobre los avances tecnológicos y critican (con cierta razón) fenómenos como la pornografía, los consejos acerca del suicidio y el cyberbullyng del que he escuchado recientemente, también debe considerar cómo estos lazos de amistad se han recuperado, y cómo hubiese sido imposible 20 años atrás, quizá menos. Celebremos lo bueno, siempre es lo mejor en la vida. Celebremos los chistes antiguos y nuevos, las historias que renacen y las buenas nuevas de las que nos enteramos en una reunión (espero que sólo la primera) con la que seguramente ni siquiera soñamos 15 años atrás.


Así que, muchá, no sean rechas y los que no fueron a esta reunión, pónganse las pilas para que haya más mara la próxima vez.


14 de noviembre de 2010

Mágica Navidad

Ayer fue la inauguración del Árbol Gallo en la capital guatemalteca. Mucha gente asistió a pesar del frío y las dificultades de tránsito y la hora y lo demás. Todos querían presenciar la ceremonia. Mi abuelita lamentaba que no estuviera muy clara la imagen en nuestra televisión, tenía muchas ganas de que yo viera la transmisión. Yo no tenía interés especial en verla. No tengo nada en contra de estas celebraciones, pero no me entusiasma compartirlas. Quizá soy un poco amargado o un poco cínico, o quizá sean la misma cosa.


Cuando por fin comenzó la transmisión, anunciaron el primer espectáculo. Era un baile titulado "Mágica Navidad". Aparece un grupo de guapas señoritas con faldas cortas en una coreografía al ritmo de una canción de Frank Sinatra. Me pregunto, ¿qué tiene eso que ver con la Navidad? La canción, ciertamente era un tema navideño, pero no puede tener mucho que ver con nuestro país. La escena me recordó al Batman de Tim Burton, y esperaba a que el héroe oscuro de la capa se apareciera en cualquier momento. Me reí en mis adentros.


Lo repito, no es que sea un amargado, o que sea ultra nacionalista o algo por el estilo; es simplemente que encuentro sumamente irónico el hecho de celebrar la Navidad con canciones extranjeras en un idioma que la mayoría no entiende, asumiendo características de otras culturas y sólo porque estamos acostumbrados a verlo así en la televisión. Podríamos hablar de nuestras costumbres perdidas, de los valores y el verdadero significado de la Navidad. Pero, hay que admitir, es eso lo que "vende". Por varias razones, lo queramos aceptar o no, las cosas deben hacerse de esa manera para que las personas gusten de ellas. Porque es más bonito asistir a este tipo de espectáculo más parecido a lo que vemos en los canales de televisión por cable, donde todos sonríen y las cosas salen bien al final. Donde las familias se unen y la justicia prevalece. Nadie quiere recordar en esta época que hay gente muriendo de hambre y de frío, asesinatos en las calles y personas que vivirán un funeral en las fiestas que deberían significar la felicidad de todos.


Pero, creo, no es culpa de una conspiración neoliberal ni nada por el estilo. Creo. Se trata de que queremos olvidar en esta época que las cosas no salen siempre bien. Queremos esperanza, unión familiar, sonrisas, justicia, amor... No creo que eso esté tan reñido con el verdadero significado de la Navidad. Sin embargo, sí debo decirlo, quizá una mejor manera de cultivar los valores que queremos y llegar a la realidad que deseamos no sea a través de la construcción de una realidad "un poquito" alterada, sino a través de abrir los ojos a lo que pasa a nuestro alrededor, y darnos cuenta de que no se trata de que nos "regalen" un simulacro de esos valores, sino que somos nosotros, de adentro hacia afuera, quienes debemos aplicarlos y construirlos, en lugar de esperar que nos los regalen. Para que haya así, más que celebrar.


En cualquier idioma, con chicas en minifalda o en biquini si así lo deseamos. La magia será, no una ilusión, sino los milagros que nosotros realicemos juntos.