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27 de marzo de 2011

Ser Vegetariano

No tengo nada en contra de los vegetarianos, cada persona es libre de escoger los alimentos que consume. Claro, si decide consumir humanos se convierte en algo ilegal. Todo tiene sus límites. Sin embargo, en esta ocasión yo quiero expresar mi opinión respecto a algo en especial.


Yo opino que todos los extremos son malos. Sin embargo, muchas personas los practican, como si no tuvieran otra opción. En la comida, por ejemplo, es como si tuvieran que tomar seis tazas de café al día, o ninguna. Como si tuvieran que embriagarse todos los fines de semana, o no probar una gota de alcohol en toda su vida. Y creo que el vegetarianismo es eso: un extremo. Hay que eliminar toda carne de nuestra dieta.


Y, a pesar de lo que muchos vegetarianos digan, existe más de una razón para serlo. Existen aquellos más nobles que piensan genuinamente en los derechos de los animales, que de cierta manera han de ser iguales a nosotros, que valen lo mismo, etcétera. Pero estoy seguro de que existen otros que simplemente sienten asco cuando piensan en un animalito muerto cubierto de sangre, y se les revuelve el estómago al pensar en tener que comerse "eso". Y piensan que sentir lástima por un animal muerto es lo mismo que considerar sus derechos.


Admito que la crueldad contra los animales es real, que al tratar de producir carne en masa se cometen muchas atrocidades. Por supuesto que existen muchas peleas pendientes respecto a la dignidad de los animales y su trato justo. Que sean iguales a nosotros, opino que es discutible en varios niveles. Y repito, no tengo nada en contra de los vegetarianos; quizá el mundo sea mejor cuando nadie consuma carne. Quizá no. Creo haber leído en alguna parte que nuestros cerebros se desarrollaron gracias al consumo de carne. No me interesa cambiar mentalidades, pero sí señalar la hipocresía de algunos a quienes no les importan tanto los animales, sino nada más no tener náusea.


2 de marzo de 2011

Vacaciones

Acabo de pasar 19 días en el hospital. Nada grave, espero no regresar pronto. Y aunque se diga a modo de broma, la hospitalización de verdad es como una especie de vacación. Se sale de la rutina, o se cambia de rutina. Se cambia la luz de sol y el aire libre por la luz artificial y cuatro paredes pintadas de color pastel. Una cama alta y muy caliente, comida en bandeja en horarios fijos y más temprano que en casa. Dolor, otros hombres enfermos en la misma habitación y la obligación de dejarte ver desnudo por desconocidos.

Es interesante cómo pueden cambiar las cosas en el hospital. No estás obligado a hablarle a nadie. Nadie te conoce ni sabe cómo eres. Puedes ser como lo desees, puedes jugar a interpretar un papel. Tienes mucho tiempo para reflexionar respecto a lo que sea, dormir y despertar para seguir reflexionando. Es un retiro con medicamentos.

Y yo me retiré, y reflexioné respecto a algunas cosas, como siempre. Mis reflexiones quizá no sean tan importantes como el bienestar de ser anónimo. Ser uno más de esos que ocupan una cama y que al poco tiempo de irse, vendrá alguien más a ocupar la misma cama. Otro vacacionista. Otro enfermo. Y aunque la muerte visite a alguien, aunque el dolor sea mucho para algunos, siempre habrá alguien que trate de hacerte sentir mejor.