Murió Ernesto Sabato. Siento una especie de vacío en mi interior al pensar que su persona ya no está, que sus actividades han cesado. Para mí, el mundo ha perdido una de esas personas que se dedicaban a hacer sólo cosas buenas por la Humanidad, y a tratar de abrir los ojos de quienes los han cerrado para ver sólo hacia adentro, a sí mismo. Ayer por la tarde lo lloré. En privado, a solas y honestamente.
Me di cuenta de que me duele mucho no haberlo conocido en persona. Para mí es como recibir la noticia de un pariente muerto en otro país, y efectivamente no tener dinero para viajar y presentar mis condolencias apropiadamente. Y vivir el duelo también con mayor propiedad. Quizá suene ridículo, pero siento como si de verdad haya muerto uno de mis padres. Leí “El Túnel” cuando era un adolescente muy perdido en mis confusos pareceres, y para mí fue como leer un diario de mi propio futuro. Es difícil explicarlo, pero fue una de las experiencias que me hicieron comprender que mi soledad no era tan única.
Yo comprendía a ese Juan Pablo, y quizá buscaba conocer a una Alejandra que me embrujara con su misterio y su dolor, con esa manera de ser tan distinta a la mía y que de alguna manera admiraba, al mismo tiempo que sentía que estaba más sola que yo.
El señor Sabato me transmitió cosas que nadie más ha podido transmitirme. Leer sus obras ha sido viajar a una parte de mi mente que desconocía, a través de viajar en la suya. Despertó en mí sentimientos y pasiones que yo había vivido nada más como confusión, y les dio un orden y un sinsentido que pude comprender. Le debo ser quien soy, le debo más de lo que creo, y su muerte me ha dolido tanto…
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