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12 de octubre de 2010

De Noche Para Siempre (CVI)

Desde el año 2,002 volví a la práctica en el Instituto Justo Rufino Barrios, y N. también ingresó ese año. Desde esos momentos comenzamos a conocernos y para el año siguiente éramos muy buenos amigos y compartíamos bastante. Incluso habíamos hablado de llegar a compartir algo más que una buena amistad, pero no habíamos concretado nada. Sin embargo, en el año 2,004 y después de varias cosas, por fin lo hicimos. Sin embargo, fue una carta que ella me escribió la que hizo que mi esposa me sacara de mi casa.


Irónicamente, fue un sábado en que estaba en mi práctica en el instituto cuando mi esposa me llamó, me explicó brevemente que había encontrado (buscado) la carta, la leyó y decidió que era una mujer muy digna como para aceptar esa humillación (pero no tan digna como para no hacer una "escena" frente a su familia y la mía). Sacó mis cosas de la casa, las que no le convenía conservar, y una amiga de mi mamá hizo el favor de guardarlas mientras yo trataba de solucionar algo. Yo salí de la práctica con permiso de mi supervisor, regresé a casa a enterarme un poco mejor del problema y a agradecer que mis cosas no estarían en la calle. Debía ir a trabajar en la tarde al colegio, y consideré que no solucionaría nada quedándome en casa, pues ya no la tenía, y me fui a trabajar. Ya en el colegio hice un par de llamadas y mis mejores amigos para saber si alguno de ellos me podría dar un lugar para dormir esa noche. Esa tarde hablé con mis hijas y le expliqué lo mejor que pude, que su mamá y yo ya no éramos felices viviendo juntos. Hoy que lo pienso me doy cuenta de lo nefasta que fue esa conversación, que en primer lugar nunca debió haber existido. Pero el arrepentimiento tiene un buen lugar en algunas religiones; en la vida real las decisiones deben reflexionarse ANTES de tomarlas.


A la hora de salida del trabajo Edgar, uno de mis mejores amigos, pasó a traerme en su carro. Luego, no podía aceptarme esa noche en su casa, pero me llevó a un hotel, irónicamente un poco cerca de mi casa. Esa noche la pasé solo, sin más cosas que las que llevaba en mi mochila ese día y algunas cosas que pasé trayendo antes de ir a mi trabajo. Solo, en un cuarto de hotel. Sin cena, sin compañía, sin nada familiar. Me lo tomé como una aventura sin pensarlo. Creo que si lo hubiera pensado me hubiera sentido fatal. Además, todavía faltaban más cosas qué vivir con respecto a esa separación. Así que después de todo supongo que tomé la mejor actitud que podía. Fue una aventura de un fin de semana que me hizo crecer un poco más.


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