La magia del mundo es maravillosa. La magia de todos los días, y también la que nos asombra de vez en cuando. Esa magia a la que estamos acostumbrados y la otra, la que se inventan los magos y nos hace pensar que quizá eso pueda existir de verdad.
La magia que necesitamos. Y en la que necesitamos creer. Todos nosotros necesitamos asombrarnos de algo, creer que hay algo más allá de lo que consideramos real, de lo que vemos todos los días y con lo que nos relacionamos cotidianamente. Porque es más bonito así. Un mundo sin magia no valdría tanto la pena. Existen muchas personas que quieren negar la magia, hacer desaparecer el encanto de ser sorprendidos. Que todo tenga lógica y responda a las leyes de la ciencia. Sin embargo, ¿acaso la naturaleza no es mágica en sí? Todos los días sale el sol de nuevo y eso sigue siendo infinitamente grandioso para mí. Y mientras amanece acá, anochece en otra parte de este mismo planeta en el que vivo, y me mantiene sobre él en lugar de deambular por el espacio sin asidero alguno. Vivo, respiro, mi corazón late bombeando un líquido llamado sangre por todo mi cuerpo, que lo ayuda a vivir llevando nutrientes como un río que lleva peces. ¿Qué significa todo eso? ¿Qué sentido tiene? Es mágico, misterioso, fantástico, insuperable, imposible. La vida que poseemos, ¿qué es? ¿Qué es esta conciencia que me hace ver desde mis adentros a través de dos bolitas acuosas llamadas ojos, a un mundo de seres semejantes a mí, y otros tan distintos que caminan en cuatro patas, o que tienen pico, o que incluso llevan a cabo la proeza mágica de volar? Y todo eso mientras otros seres, semejantes a mí, carecen de la capacidad de usar esos mismos ojos que son para mí algo natural.
El mundo es mágico en sí, la naturaleza es mágica en sí. Comprendemos ahora mejor los mecanismos que hacen que, por ejemplo, nuestra piel no sea verde o celeste, mas aún no comprendemos las razones y el sentido detrás de eso. Nos sorprendemos cuando un mago ante nuestros ojos hace desaparecer a otra persona, y nos olvidamos de lo sorprendente del acto de desaparición permanente: la muerte. Nos duele, es cierto, pero no nos ponemos a pensar en la magia detrás de eso. Los juegos de manos nos maravillan, y el solo hecho de poder mover los dedos, esa conexión maravillosa y extraña entre la conciencia, el cerebro, los nervios y los músculos, entre tantas cosas involucradas en el proceso, son mágicas en sí.
El mundo se ha llenado de escepticismo y quiere saber. Y eso es excelente, pero seguimos conociendo permanentemente los cómo mientras los por qués siguen siendo inaccesibles. Por eso la magia sigue existiendo. Y la fe. Seguimos necesitando y temiendo conocer la razón última. Quizá dentro de cientos o miles de años las conozcamos, y logremos trascender. Y hacer verdadera magia por nosotros mismos.
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