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28 de abril de 2009

El Sueño del Marero

Asaltan, extorsionan, intimidan, secuestran, matan. Muchos de ellos mueren jóvenes, por varias razones relacionadas con su forma de vida. Pero, al pensarlo, me doy cuenta de que muchos de ellos viven lo suficiente como para arrepentirse de su mala decisión. Como muchos de nosotros, los mareros son jóvenes que, precisamente por ser jóvenes, tomaron una mala decisión. No los justifico ni quiero hacer de menos sus atrocidades, pero así como hay quienes deciden tatuarse el nombre de su novia, hay quienes deciden ser mareros.

Muchos factores influyen en su decisión, y en general debe ser muy difícil para ellos, lo comprendo, pero todos tenemos la libertad de elegir nuestro destino, y la obligación de responsabilizarnos de las consecuencias. Así que el marero tomó su decisión, y tendrá que aceptarlo tarde o temprano. Y así sucede. Me doy cuenta de que algunos (algunos...) de ellos viven el tiempo suficiente como para darse cuenta de que su decisión fue un error, que lo que hacen está mal, que dañan al prójimo, a sus seres queridos y a sí mismos. Algunos maduran y se dan cuenta de que pudieron tomar otros caminos, que su vida podría tomar otra dirección. Algunos quieren cambiar.

Comprendo la sinceridad de sus deseos, la transparencia de sus nuevas intenciones, y opino que son ellos quienes se merecen otra oportunidad. Existen organizaciones de ex-pandilleros que quieren ayudar a otros, que comparten esos sueños, esas angustias y esa mala decisión. Creo que debemos apoyarlos, que se merecen una segunda oportunidad. Todos queremos una segunda oportunidad para un error que cometimos. Es cierto, los pandilleros hacen cosas terribles, pero hay que pensar que simplemente pudieron tomar una "mala decisión".

20 de abril de 2009

De Noche Para Siempre (V)

Cuando tenía cinco años estudié en la escuela llamada República de Haití. En ese lugar y en aquella época no se me ocurrió que me ocurriría algo que me marcaría para el resto de mi vida. Mi rendimiento, al parecer era mejor que el de los demás, por lo que todos me decían que era "inteligente". Yo estaba más avanzado que el resto de mis compañeros, y mi maestra sugirió que me adelantaran al grado superior. La historia que mi mamá cuenta dice que yo me negué a ese cambio, pues quería estar con los niños de mi edad. ¿Desperdicié una gran oportunidad de retarme a mí mismo por una especie de capricho?

Toda mi vida la pasé teniendo buenas calificaciones académicamente y comportándome como un estúpido en los demás aspectos de mi vida. Nunca me esforcé en los estudios, casi nunca repasé para los exámenes y nunca me importó mucho en realidad, pues siempre obtenía buenas calificaciones sin esforzarme. No me importó tener calificaciones mediocres en la Universidad hasta llegar al cuarto año de la carrera, pero fue bastante tarde tomando en cuenta todo el tiempo que desperdicié. Tuve mucha capacidad, buena memoria, sabía que aprobaría una clase sin estudiar, sin repasar, sin esforzarme y que todo eso era fácil para mí. No me lo tomaba en serio, no era un reto. Incluso llegué a decir que "repasar para los exámenes era hacer trampa, puesto que los exámenes evalúan lo que uno de verdad ha aprendido". Era una forma de justificarme, de "jugar a ver si de verdad soy inteligente". Una forma de fanfarronear "demostrando cuán superior soy".

¿Soy inteligente? ¿Será que sólo tengo buena memoria? ¿De verdad tengo más capacidad que los demás? ¿Me ha servido de algo si sólo la he utilizado para sentirme más que los demás y no la he utilizado como debí? ¿Será demasiado tarde?

17 de abril de 2009

Odio a Mis Hijos

Amo a mis hijas. Mi hija mayor, de 13 años, comienza a leer libros por su cuenta. La siguiente, de 9 años, es algo "vanidosita" al igual que yo. Mi hija más pequeña, de 2, ya tiene ciertas expresiones mías. A pesar de que por mi enfermedad ya no vivo con ellas, siguen estando muy apegadas a mí, y me gusta ver cómo me perpetúo de alguna manera a través de ellas.

Por otro lado, existe un mecanismo de defensa psicológico que se llama "proyección". Para quienes no lo conocen, básicamente se trata de que hay cosas que no me gustan de mí, y como no las acepto, lo que hago es verlas y criticarlas en los demás, cada vez que las veo. Sin darme cuenta de que en realidad son mías, claro.

Me he dado cuenta de que muchas personas parecieran tener algo en contra de sus hijos, como si no los quisieran como deberían, como si sintieran algún rencor contra los hijos. Y, observador que soy, me doy cuenta de que muchos padres detestan de los hijos actitudes y costumbres que son, precisamente, proyectadas. El padre desordenado pelea con su hijo por el "desorden que mantiene". El padre perezoso pelea con su hijo que no ayuda en la casa, no trabaja, no cumple con sus responsabilidades. El padre vicioso del cigarro, pelea con su hijo vicioso de los videojuegos. En fin, ¿ven el patrón? Los hijos siempre tendrán rasgos de los padres, y muchos padres tendrán cosas que no les gusten de sí mismos, y al verlas en los hijos crearán colflicto. Los hijos son un buen espejo, un espejo honesto y cruel. Antes de decidir tener algo en contra de nuestros hijos, deberíamos vernos en ellos y decidir si no es a nosotros mismos a quienes rechazamos.

Los padres podrían descubrir mucho de sí mismos si pusieran un poco más de atención a sus hijos, y se abriría mucho la comunicación. Aprendamos a ver lo que hay de nosotros en los demás, y aprendamos de los seres que amamos. Ellos nos enseñan cosas incluso sin hablar, incluso sin querer hacerlo.

15 de abril de 2009

En la Intimidad

Una definición de la intimidad que me parece excelente es que es ese espacio, mental si se quiere, al que nadie puede tener acceso. Es un espacio que mantenemos exclusivamente para nosotros, no es ni siquiera un secreto: es más que eso. Este concepto no se debe confundir con el de "privacidad", que es un espacio también muy secreto, pero que se puede decir que está compartido con alguien más. Con tu familia, con un amigo, con tu pareja, con tu perro, tienes privacidad, pero a la intimidad NADIE tiene acceso.


Eso es bueno, puesto que todos tenemos un espacio de nuestra mente, de nuestra personalidad al que de cualquier forma NO QUEREMOS que nadie tenga acceso. Podemos mentir, negar, engañar, fingir, actuar, respecto a la verdad que contiene nuestra intimidad, y eso es bueno porque nos hace tolerable la interacción social, la vida misma. Hay que aceptarlo, nadie toleraría vivir con nadie si todos tuviéramos acceso a los pensamientos de los demás.

Por esto mismo, el regalo de las interacciones humanas es muy grande, y aún más grande el regalo de la privacidad. Cuando compartimos un secreto con alguien, donamos parte de nuestra intimidad a la otra persona. Ni siquiera podemos decir que el otro "entra" en nuestra intimidad, sino que somos nosotros los que decidimos que el otro puede conocernos un poco más, y eso es un regalo grandioso, si nos ponemos a pensar en ello.

Compartamos secretos, pero hagámoslo con aquellos con quienes vale la pena hacerlo, y si le damos la importancia que debemos, vamos a descubrir relaciones interpersonales más satisfactorias, significativas y placenteras. ¡Arriba la intimidad!

12 de abril de 2009

Dos Años


La gente no deja de sorprenderme, pero no puedo afirmar que sea para bien en todas las ocasiones. Esta última vez que estuve en el hospital tuve la oportunidade de conocer a un hombre, prototipo de lo que muchos otros son, lamentablemente.

Este compañero llegó con mucho malestar, me contó que padecía de hidrocefalia y que le tendrían que operar. No estoy seguro de eso, no importa en realidad. La primera vez que comió vomitó todo, dijo que se sentía mal y me contó que tenía una "hernia en la boca del estómago". Yo, en mi inocencia, le pregunté si la hernia podía operarse, me contestó que sí, y que probablemente lo haría después de que le trataran el problema en su cabeza (y no me refiero a su mente, sino a su cerebro). Fue entonces que pequé de nuevo de inocencia, y le pregunté acerca de cuánto tiempo llevaba enfermo de la hernia. Su respuesta fue "dos años...".

¿QUÉ? ¿Qué le pasa? Su justificación era que tenía mucha fe en Dios, y que por eso no se había puesto peor y que todo iba a salir bien. Prácticamente me dijo que no tenía que hacer nada, porque tenía fe. ¿Acaso Dios es una especie de sirviente o empleado nuestro al que le pagamos con moneda de fe para no tener que mover un dedo y Él nos resuelva todos nuestros problemas? Detesto esa fe, y detesto a esa gente. No entiendo la autocomplacencia de una persona que cree que con veladoras, oraciones, alabanzas y lecturas de Biblia puede olvidarse de sí mismo y de la responsabilidad en su vida, asumiendo que será recompensado por su "buena conducta". No me molesta que se "porten bien", me molesta que piensen que no tienen que hacer nada por sí mismos para mejorar su vida.

¿Qué sucede con esta gente? No quieren asumir la responsabilidad ni siquiera de sí mismos. Lamentable. Trágico.

11 de abril de 2009

De Noche Para Siempre (IV)

Como dije, de pequeño siempre fui solitario. No tuve hermanos ni hermanas, mi tío siempre estaba fuera, estudiando, trabajando, con sus amigos, qué sé yo. Mi mamá trabajaba cuidando a los nietos del ingeniero, mi abuelita también trabajaba siempre. Yo me la pasaba a solas en mi cuarto, conmigo mismo, con la televisión, los libros de mi tío y mi imaginación. Creo que así fue como aprendí a estar siempre solo, a no necesitar realmente la compañía, a que podía ser yo mismo solamente cuando no había nadie más, a crear mis propios gustos y modos. Mi familia siempre estaba ocupada, y en muchas ocasiones, cuando les buscaba, resultaba que yo era no más que una especie de estorbo, interrupción, algo que estaba quizá de más.

Ya he mencionado varias veces que soy psicólogo, y tengo razones para creer que fui abusado. No puedo decir cómo ni por quién ni siquiera, pero sé lo que siento y lo que conozco como psicólogo, y esas cosas me hacen dudar. A pesar de ser un niño solitario, fui bastante normal hasta más o menos los seis años. Recuerdo que me gustaba jugar fútbol, que tenía amigos y amigas, que no tenía problemas con el sexo opuesto, que me gustaba hablar y cosas así. Pero a partir de los seis años más o menos, cambié. Comencé a retraerme, no me gustaron más las mismas cosas, y tuve un par de incidentes en que me oriné sobre la ropa en la escuela. Pudo ser un problema en una fase del desarrollo psicosexual según Freud, pero quién me lo podría decir. Tengo otros recuerdos, más privados, que me hacen sentir muy incómodo a veces.

En fin, a partir de eso ya no fui el mismo, y me retraje, me aislé. Y quizá también fue en esa época en la que mi inteligencia (o inteligencia aparente) se convirtió en lo que me distinguía, y la gente dejó de conocerme por otra cosa que no fuera que era "muy inteligente". Lástima.

9 de abril de 2009

De Noche Para Siempre (III)

¿Qué debe ser una niñez "normal"? ¿Feliz? ¿Llena de retos y problemas? ¿Llena de amigos y compañía? ¿Una familia amorosa, intelectual, estricta, permisiva? Creo que la brecha entre lo que es una niñez "normal" y lo que es una niñez "ideal" sigue siendo bastante amplia, y aunque para la televisión y los psicólogos pueda estar bastante claro, en la práctica simplemente no lo es.

Yo no tuve hermanos, vivía en una casa que no era mía y donde podría decirse que éramos habitantes de "segunda clase". Nunca fui muy sociable, pasaba la mayor parte del tiempo a solas en mi cuarto, mi familia siempre estaba muy ocupada como para estar conmigo, mi mamá siempre pasó más tiempo cuidando a otros niños que criando su propio hijo. Vivíamos en la casa de un ingeniero, y lo más cercano que tuve a tener hermanos fueron los nietos de él. Sin embargo, como dije, siempre sentí que no valía lo mismo que ellos. Siempre llevaba las de perder, siempre tenían lo que no tenía y deseaba, siempre sentí que que no era igual, a pesar de ser igual.

No tengo memoria, apenas recuerdo uno o dos episodios, no sé por qué. Recuerdo que una vez, muy pequeño, jugamos con las sillas pequeñas que llevaron para un cumpleaños. Colocamos las sillas en fila con la nieta mayor del ingeniero, Dinorah (a quien podría llamar mi hermana), en forma de "trencito" y luego pusimos los peluches y muñecos de ella sobre las sillas, cual pasajeros. Lo recuerdo mucho y me divertí mucho. No sé por qué me gustó tanto que aún hoy lo recuerdo. No creo que haya sido algo increíble ni sumamente original, pero siempre será un recuerdo completamente grato para mí. Supongo que fui feliz en ese momento.

5 de abril de 2009

Veni, Vidi, Vici

Regresé del hospital, bastante recuperado de la crisis, mas un poco más dañado que antes. Es algo frustrante conocer casos de Esclerosis en los que los pacientes solamente sufren recaídas y luego están bien. Yo llevo más o menos tres años con esto, y desde que comencé sólo he empeorado. No he mejorado nada, y cada vez que tengo un brote de la enfermedad quedo "un poquito" peor. A estas alturas no puedo usar las piernas y mis brazos comienzan a fallar. Es triste, debo admitirlo, pero no me queda más que seguir lo más adelante que pueda.

De todos modos, retroceder no tiene la más mínima lógica, ¿o sí?