Asaltan, extorsionan, intimidan, secuestran, matan. Muchos de ellos mueren jóvenes, por varias razones relacionadas con su forma de vida. Pero, al pensarlo, me doy cuenta de que muchos de ellos viven lo suficiente como para arrepentirse de su mala decisión. Como muchos de nosotros, los mareros son jóvenes que, precisamente por ser jóvenes, tomaron una mala decisión. No los justifico ni quiero hacer de menos sus atrocidades, pero así como hay quienes deciden tatuarse el nombre de su novia, hay quienes deciden ser mareros.
Muchos factores influyen en su decisión, y en general debe ser muy difícil para ellos, lo comprendo, pero todos tenemos la libertad de elegir nuestro destino, y la obligación de responsabilizarnos de las consecuencias. Así que el marero tomó su decisión, y tendrá que aceptarlo tarde o temprano. Y así sucede. Me doy cuenta de que algunos (algunos...) de ellos viven el tiempo suficiente como para darse cuenta de que su decisión fue un error, que lo que hacen está mal, que dañan al prójimo, a sus seres queridos y a sí mismos. Algunos maduran y se dan cuenta de que pudieron tomar otros caminos, que su vida podría tomar otra dirección. Algunos quieren cambiar.
Comprendo la sinceridad de sus deseos, la transparencia de sus nuevas intenciones, y opino que son ellos quienes se merecen otra oportunidad. Existen organizaciones de ex-pandilleros que quieren ayudar a otros, que comparten esos sueños, esas angustias y esa mala decisión. Creo que debemos apoyarlos, que se merecen una segunda oportunidad. Todos queremos una segunda oportunidad para un error que cometimos. Es cierto, los pandilleros hacen cosas terribles, pero hay que pensar que simplemente pudieron tomar una "mala decisión".