Uno de los problemas imaginarios que tienen muchas personas en la política es el problema de tener que encontrar un presidente que haga que el gobierno les solucione todos sus problemas. Esto sucede porque muchas personas tienen la idea (propagada en mucho por la política de izquierda) de que es el gobierno el que les tiene que garantizar su felicidad. Es como si esperaran que los gobernantes elaboraran por ejemplo, una ley para evitar que les rompan el corazón o que sus hijos se enfermen. Las cosas no son así.
Yo creo que sí es cierto que el Estado debe hacerse responsable de cosas como la salud pública y la educación, aunque también debo admitir que privatizar ambos servicios puede ser beneficioso si se regula adecuadamente. Pero, al parecer muchas personas creen que toda su vida debe ser resguardada por el gobierno de su país. Que les debe cuidar y a sus hijos, garantizarles la educación, la salud, el trabajo, la alegría, la diversión, la autoestima, la seguridad, la estabilidad emocional... todo. Y así, buscan un político que haga todo el uso abusivo de la demagogia para convencerlos de que no sólo eso es posible, sino que lo harán como favor personal a ellos.
Lo cual, lamentablemente, no es cierto. Hay que aceptar, en primer lugar, que quien gobierne es solamente un humano, que puede fallar, tener razonamientos erróneos, prejuicios, susceptible a corrupción. Es por esto que lo mejor es encontrar siempre los acuerdos más convenientes a todos. Es por eso que la democracia es una buena idea, aunque siempre habrá personas que salgan perjudicadas. Somos demasiadas personas y todas distintas como para que todos salgamos totalmente beneficiadas con todo, pero la realidad es así. Ni todos podemos ser felices con todas las leyes, ni todos saldremos beneficiados con un gobierno. Aún si pudiera existir un gobierno que realmente beneficie siempre a la mayoría con todas sus acciones.