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1 de febrero de 2010

De Noche Para Siempre (LXXXV)

En mi centro de prácticas encontré muchas buenas compañeras, y a Esmeralda. Me llamó la atención desde el principio, pero no por su belleza, sino porque tenía una de esas personalidades que sobresalen por sobre las demás. Una vez me dijo que yo era algo así como la versión masculina de ella, y me gusta pensar que era así, aunque hoy supongo que será distinto.


Ella era un líder nato. Era extrovertida, simpática, sumamente diplomática, le gustaba dirigir y tenía siempre ideas. Así la conocí, buscando a nuestro supervisor para convencerlo de algo, no recuerdo qué. Me encantó, porque se levantó de la silla junto con otra compañera, se "acomodó" el busto, y salieron a buscarlo. Estaba en cuarto, un año más que yo, y fue una excelente compañera de prácticas y una gran amiga. Hasta que nos involucramos.


Es muy tonto que me guste recordarlo, pero así es. Yo ya había renunciado a las prácticas, pero las seguía frecuentando. Nos caíamos muy bien y lamentaban que me hubiera ido. En una ocasión, al terminar mis clases en jornada vespertina, fui a buscarlas en su jornada nocturna. La encontré en su clase, llevaba una camisa a cuadros, un estilo que siempre me gustó para mí. Cuando vi su camisa le dije "¿por qué tenés puesta mi camisa?" y ella respondió algo así como "porque después de pasar la noche juntos, hoy en la mañana no encontré otra cosa qué ponerme."


Eso fue sorprendente, sexy, inesperado y graciocísimo. No lo tomé más que como broma porque éramos amigos, y nunca la vi de otra manera. Otras cosas ocurrieron entre nosotros, pero lo dejo para otro post.


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