Estoy vivo. Asisto a la celebración de la vida. Observo el cielo azul y el sol brillante allá arriba, siento su calor y al cerrar los ojos percibo mejor el viento tibio que apenas sopla. Escucho los automóviles, los pasos de las personas, las voces, pero prefiero la naturaleza. La nube que se mueve lentamente, el ave solitaria que vuela hacia no sé dónde.
Estoy vivo. Recuerdo mi niñez, algunos de los momentos más importantes y que me hicieron feliz. Las cosas que me hicieron llorar y que significan mucho para mí a pesar de que si las viviera hoy no tendrían ninguna trascendencia. Repaso mi adolescencia y todos los cabos sueltos. Reflexiono acerca de si he alcanzado todas mis metas, si mis sueños se han cumplido, si estoy conforme con la persona en que me he convertido. Es un momento para recordar las palabras que alguien dijo: "que el niño que fuiste se sienta orgulloso del hombre que eres."
Estoy vivo. He amado, y he llorado. He conocido el poder que tiene el perdón. Exploré mi capacidad de odiar y de sentir compasión por alguien más. Mis tristezas se han colmado de lágrimas y mis odios han perecido con el tiempo, el amor, el olvido y la distancia. Mis miedos más grandes han sido imaginarios, una pérdida de tiempo, porque el único miedo real es el miedo a la muerte, y éste también está injustificado, pues todos moriremos algún día.
Estoy vivo. Soy feliz. Me asaltaron y me hirieron; yazco en un charco de sangre, no tardaré mucho en dejar este mundo que tanto amé y en el que dejé que me amaran. Pero aún estoy vivo.
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