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29 de mayo de 2010

Buena Muerte

Hace dos días murió el periodista guatemalteco Anibal Archila en la erupción que hizo el volcán de Pacaya. Murió haciendo la cobertura de la noticia. De alguna manera u otra todos los que conocimos su trabajo lo sentimos, y lo sentimos por la familia que dejó atrás. Sin embargo, debo decir que su muerte fue una buena muerte. No me estoy mofando ni celebro que haya muerto, no me malinterpreten. Me refiero a que considero que murió con honor, en cumplimiento de su deber. No sólo los soldados tienen reservada la muerte en el campo de batalla.


Es cierto, todos hubiésemos preferido que viviera. Una muerte honrosa no es menos trágica. Sin embargo, si debiese elegir entre morir cumpliendo con mi deber, entregando mi trabajo a otros, y morir por el disparo de un vulgar ladrón, es obvio lo que escogería. Entre morir haciendo algo por los demás y morir a causa de un accidente provocado por un alcohólico en su automóvil. Todas las muertes son trágicas, pero una muerte es más trágica cuando es en circunstancias inútiles. Todos moriremos, y no todos podemos hacerlo con cierto grado de gloria, porque además no todos tenemos ocupaciones tan sobresalientes o tan públicas. Sin embargo, la gloria también se puede encontrar en la forma en que vivimos, y no sólo en las circunstancias de nuestra muerte.


Algunos, quizá, encuentren la redención en la muerte. No podemos ignorar la posibilidad de haber tenido una vida deplorable y entregarla al final para salvar a un niño, a un compañero de trabajo, a un desconocido en una situación de emergencia como un incendio. Pero no debemos luchar por una gloria hipócrita, sino por una vida de bondad, respeto por los demás y honor en todo lo que hacemos, para alcanzar una muerte congruente. Nuestro compatriota Anibal Archila, me atrevo a decir, tuvo ambas. Y por eso merece nuestros homenajes.


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