Era el primer día de clases en ese 2,004. En el aula más pequeña se encontraba el grupo de alumnos casi más pequeño. Allí se encontraba E. Me gustó desde la primera vez que la vi, ese día llevaba puesto un pañuelo de colores en la cabeza. Yo le hice el comentario de que no le tenía miedo al color. El uniforme del colegio era en azul oscuro y gris, y su pañuelo sobresalía mucho. Supongo que fue eso lo que provocó que ella usara esa pañuelo, quería llamar la atención.
Cada vez que me encuentro con alguien que de verdad me gusta no puedo evitar hacer muchas bromas. Cuando la vi, antes de ser consciente de lo bonita que me parecía y lo mucho que me gustaba su sonrisa y el sonido de su risa, ya estaba haciendo muchas bromas. De hecho, cuando me di cuenta de que me gustaba, comencé a controlarme un poco y a ponerles más atención a los demás alumnos. Nadie se daba cuenta porque nadie conocía mi forma de reaccionar, la razón de tanta broma. Es más, hasta hice mofa de su nombre, que es poco común. Creo que nada indicó que ella me gustara.
Y sin embargo, yo le comencé a caer bien. A la hora del receso en los siguientes días, nos encontramos algunas veces y hablamos. Me contaba algunas de sus cosas, comenzaba a confiar en mí. Yo me sentaba a su lado a hablar con ella y la miraba con esa mirada perdida de niño con hambre que no se puede evitar cuando se ve a alguien que realmente te gusta. Me preguntaba qué tanto se me notaba, y a la vez bromeaba con ella y sus amigos y trataba de no pasar todo mi tiempo libre con ella, aunque era lo que más deseaba. Y peor (mejor en realidad), ella parecía desear lo mismo. Alguien podría decir que era algo inevitable.
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