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3 de diciembre de 2009

De Noche Para Siempre (LXXIV)

A pesar de haber sido joven y tontito, puedo decir que mi boda fue bonita. Me casé el 23 de mayo de 1,999. Ambas bodas fueron el mismo día, la civil y la religiosa, católica. Yo no tenía ni siquiera un traje propio para la ceremonia. El ingeniero me prestó una corbata y me enseñó ese mismo día a hacer el nudo. Mi novia tenía la costumbre de llegar tarde siempre. Cuando salíamos, yo sabía que siempre llegaría al menos con media hora de retraso. Con una buena excusa, siempre tuvo una buena excusa, pero también siempre llegaba retrasada. Pues, quién sabe si realmente lo hice con intención, pero ese día fui yo quien llegó tarde.


¿Será normal que recuerde ese día como un sueño? Y no me refiero a lo hermoso o ideal que pudo haber sido, sino a que lo recuerdo fragmentaria e incompletamente. Recuerdo parte de la ceremonia civil (supongo que no estaba realmente consciente de lo que hacía), y también parte de la ceremonia religiosa. No es a propósito, no es con intención ni es resultado de los acontecimientos de hace casi un año, pero lo que más recuerdo de mi matrimonio religioso es cuando le entregué las arras a mi novia. Conservo la fotografía de cuando cortamos el pastel, es mi favorita de ese día. Yo me veía realmente feliz, como debería salir yo en todas las fotos. Creo que se veía realmente la conexión que había entre nosotros.


Invité a mis compañera y amigas de la Universidad: Cristy, Aleyda, Ana María y Debieé, que también era la mejor amiga de Sugey. A quienes habían sido mis mejores amigos hasta esos días: Edgar, Ángel, César y Mario René. Algunos colados, más conocidos que amigos de verdad llegaron a la recepción, pero eso es normal. Fue ameno y muy bueno a pesar de no haber música. Luego de unas horas Sugey y yo estábamos ansiosos de llegar a nuestra nueva casa y estrenar nuestro nuevo estado de casados. Me gusta pensar que no sólo fuimos felices nosotros, sino que hicimos muy felices a nuestras familias.


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