Las siete de la mañana es una hora mágica para mí. Ayer iba en taxi al hospital aproximadamente a esa hora y lo recordé. Esa hora me trae muchos recuerdos y una sensación de paz y felicidad. El sol que no alumbra con sadismo desde arriba, sino que nos comienza a calentar cuando apenas ha salido y todavía tiene algo de sueño. El aire tibio y el ambiente libre de bochorno. La luz del día que despierta.
La luz, el aire me traen muchos recuerdos. Por ejemplo, la hora en que todos los alumnos se reúnen frente al colegio y se preparan para abordar los buses que los llevarán de excursión. Todos con ropa casual, sin uniformes, ansiosos y felices en la anticipación de la experiencia. Así como los maestros, también relajados y llenos de risas. Recuerdos de mis excursiones como estudiantes y después como maestro.
O el recuerdo de las excursiones realizadas con mis compañeros de Psicología. Todos los años en nuestro centro de práctica se organizaba un viaje de dos días. Creo que sería mi mejor experiencia no profesional como estudiante. También el recuerdo de la reunión en el lugar destinado a la partida. Las ropas más deportivas y "turísticas". Pero sobre todo, el inigualable recuerdo de despertar en un cuarto de hotel, luego de una noche divertida de baile y risas, salir y encontrarse con el sol y el olor de un lugar extraño. Sabiendo que aún quedan buenas experiencias por vivir. Contemplando quizá un lago o una montaña.
Recuerdos como estos me trae el sol de las siete de la mañana, lejos de mi casa, lejos de un lugar de trabajo, haciendo cosas distintas a las de siempre.
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