Yo no tuve padre, y siempre creí que no sería uno bueno, sobre todo para un niño. Sin embargo, el nacimiento de Luisa Fernanda hizo que se afianzara más lo que comenzó con María de los Ángeles, el que yo poco a poco tratara de ser mejor para mis hijas, y que comprendiera que aunque fallara, siempre intentaría ser bueno, a "mi estilo", por decirlo de alguna manera.
Tengo muy bonitos recuerdos de cuando mi hija era bebé. Ahora está por cumplir 10 años en febrero y la veo alejarse de las muñecas para acercarse a la temible adolescencia. Así es la vida de todos, no se puede detener el tiempo. Recuerdo que cambiaba sus pañales, le daba de comer. Tener un ser tan pequeño y tan tuyo en los brazos es algo indescriptible. Es realmente mágico ese cuerpo tan pequeño y tan bien hecho, tan perfecto y tan frágil. ¡Qué responsabilidad tan grande la de ser padre! Si tan sólo lo comprendiéramos desde el principio... Pero hay tantos seres humanos defectuosos como yo...
Lo que con más cariño recuerdo de esa primera infancia de mi hija es cuando tenía algunos meses de edad y le dí de comer gelatina. Ella ya intentaba masticar alguna comida, o quizá era sólo un reflejo. Fuera por lo que fuere, ella intentaba masticar la gelatina, y cada vez que lo hacía, la comida saltaba de su boca hacia afuera. Me divertí tanto ese día viéndola intentar masticar la gelatina... Sobre todo porque ella fue una bebé muy parecida a mí, con una cara seria que parecía de enojo, que intimidaba.
Uno de los mejores recuerdos de mi vida.
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