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Un Centavo
Tenía un trabajo estable, una familia y amigos que lo apoyaban, pero a la vez no tenía nada. A veces hablaba con Dios para agradecerle lo que tenía. Otras veces hablaba con Él para reprocharle lo que le había quitado. En otras ocasiones simplemente hablaban. No sabía qué hacer con su vida, con el nuevo destino que la vida le había deparado, y dejó que su dolor comenzara a envenenar los demás aspectos de su vida. Las relaciones con su familia se deterioraron, con sus amigos también; su trabajo era cada vez peor en muchos aspectos. Comenzó a empobrecerse como reflejo de su alma, de sus ganas de vivir.
Un buen día, cansado de estar cansado, se despertó con unas pequeñas renovasdas ganas de vivir. Pidió con todas sus fuerzas a Dios que le permitiera comenzar de nuevo. Sabía que debía comenzar por algún lado, y pensó que su trabajo podía salvarle, que era uno de los aspectos más importantes de su vida, que podía ser un buen comienzo. "Dame un centavo", pidió a Dios. Era ridículo, arbitrario, nimio, pero se aferró a su idea como la única esperanza que tuviera, como un niño encaprichado que no comprende ni siqiuera lo que desea. "Dame un centavo", pensaba.
Salió a la calle. Encontró cinco.
13 de febrero de 2009
Mamita Rica
Mamita rica
Me gusta verte bailar
Mamita rica
Mamita rica
Cuando te mueves sin parar
Mamita rica
Me gusta compartir contigo una buena cerveza
Me gusta cuando bailas y se te sube a la cabeza
Mamita rica
Me gusta verte bailar
Deja que te toque
Ponte en cuatro ya
Esta noche es nuestra noche
Mamita rica
Me gusta verte bailar
Mamita rica
Mamita rica
Me gusta verte bailar
Mamita rica
Mamita rica
Cuando te mueves sin parar
10 de febrero de 2009
#1 Cartas Insolentes
que te devorabas al mundo,
con tu mirada tan alerta y tan tuya...
Y que venías desde tan lejos,
para enender a mi alma deshilachada.
Ayer que te besé había vino blanco en tu boca,
y un deseo absurdamente obstaculizándome la vida.
¡Qué natural y qué extraño eso de que tú hayas
vuelto!
Estoy acostumbrada a amarte con un silencio
parecido al
que tienen las mariposas solas.
Te dejo mi sombra (una aguja afilada que hiere la
calle),
y que con ojos tristes examina los muros que te
circulan.
Te dejo mis dedos que recorrieron tus teclas, tu
vientre
y tu pecho habitado por todos mis sueños dormidos.
Te dejo todo porque me pesa en la espalda y
cautiva con
su insistencia a mi corazón ya un poco cansado.
Te dejo mis formas que siempre fueron tuyas,
mi tiempo que ya no es el de nadie,
mis soles y mis lunas, y mis claroscuros destellos...
Ven, pero ven ya, que te exijo que me devuelvas los
mil
abrazos que me debes,
las mil y una noches que nos faltan;
manosear mis tristes cicatrices.
¡Qué importa ya el mundo que gira desbocado!
Si yo me dejo a ti, y por si fuera poco,
te dejo mis alas a medio batir,
y un poco de la búsqueda de la fuente del orgullo
donde la
muerte muere. Y también entre grandes relámpagos,
algún llanto
que tuve como un poco de polvo entre las uñas.
Acepta esto como mi más frágil cordura.
Como lo único que me quedó de tanto tiempo...