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8 de junio de 2009

De Noche Para Siempre (XVI)

Mis quince año marcaron un verdadero cambio en mi vida. Creo que 1995 fue el año más significativo que he tenido. Se desató mi locura, la que nunca volvería a ocultarse. Fue ese año en el que más idioteces hice por el supuesto amor que sentía por mi maetra de inglés. Le escribía indirectas en las tareas, la buscaba siempre, dejaba mensajes en el pizarrón antes de que entrara a clase. Fui locamente estúpido, estúpidamente loco. Y no me sirvió de nada, excepto para avergonzarme a mí mismo.

Como he dicho muchas veces, yo gocé siempre de "inteligencia" y obtenía buenas notas. El instituto en el que estudiaba por las tardes era una versión más barata del colegio que lo patrocinaba, y que funcionaba por las mañanas. Los mejores estudiantes tenían la oportunidad de pasar del Instituto San Ignacio al Liceo Javier, y seguir sus estuios de Bachillerato. Yo era un joven perdido en sus pasione y confundido por todo en el mundo, y un día (ni siquiera formalmente) hice la apuesta de que me iba a quitar todo el pelo. Lo hice, y lo hice yo mismo con unas tijeras. Fui a estudiar, y los jesuitas no lo tomaron a gracia; me suspendieron un día, mi mamá tuvo que llegar al instituto y perdí automáticamente mi traslado a la mañana. Me gané la fama de rebelde sin causa o algo así. Bueno entre mis compañeros, nefasto para el colegio.

Asumí mi papel, y creo que fue uno de mis primeros descubrimientos psicológicos: que cuando las personas tienen una imagen de ti, terminas asumiendo ese rol. A veces es más fácil que tratar de demostrar que eres distinto. Quizá es una forma de darse por vencido. Entonces ya no era el "nerdo", era el loco. El chavo inteligente pero a la vez apasionado del arte y las cosas "extrañas", el joven torturado por demonios internos cuya lucha personal lo llevaría a la perdición. Me siento tan orgulloso de ello... Supongo que esa actitud autodestructiva fue la que también me llevó a intentar suicidarme ese año, y seguirlo intentando en mayor o menor grado durante algunos años más. Me gusta pensar que soy alguna especie de personaje enfermizo en una novela de Sábato. Siempre quise serlo, siempre me sentí así. Sobre todo por el triste final que siempre les esperaba.

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