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26 de agosto de 2009

De Noche Para Siempre (XL)

La primera vez que alguien reconoció mi manera de bailar fue precisamente en Quinto Bachillerato. Un grupo de niñas de primero básico pidieron prestado nuestro salón para practicar un baile que debían presentar, si no estoy mal, para una de sus asignaturas. Obviamente nosotros aprovechamos para observar, pero yo no pude evitar moverme, la música siempre me ha gustado. En mi casa no me gustó bailar nunca. Cuando tenía unos once años, quizá, mi tío me quería enseñar a bailar salsa y merengue y ese tipo de música. Estábamos en la sala de la casa, junto con Dinorah, la hija de mi madrina. Ellos se llevaban muy bien y aprendieron a bailar muy bien juntos, pero yo siempre tuve un temperamento retraído, y no quise aprender. Mi tío se molestó tanto que me pateó, y se volvió desagradable para mí bailar frente a mi familia para siempre.

En fin, ese día pusieron una canción de moda y comencé a moverme. Una niña se me quedó viendo, mas no le puse atención. Tiempo después se me acercó y me dijo que bailaba bien. Yo ni siquiera sabía a qué se refería, hasta que me habló de ese día en el aula. La razón porque me hablaba de eso es porque quería que fuese su pareja en un concurso de baile que se haría en el colegio. Yo acepté con miedo, era la primera vez que una niña se acercaba a mí, y con ese motivo. Le pedimos ayuda a un compañero para que nos enseñara algunas cosas.

El día del concurso ella ya no quiso participar. Yo la busqué y con ese dramatismo de los adolescentes (ya se imaginarán...) la convencí de que participáramos. Bailamos y gustamos. Ví cómo Luz tomaba varios colores en su rostro mientras presenciaba mi baile. Improvisé, traté de lucirme, inventé pasos de baile. Lo disfruté. Pero no ganamos.

Era natural que no ganáramos. En realidad no éramos tan buenos ni habíamos practicado tanto. Pero ese baile fue el principio de algo, y me gustó. Al comenzar la Universidad y al ser maestro, aproveché muchas oportunidades para bailar, y muchas me dejaron muy buenos recuerdos, como el de mi maestra Idalia. Ni siquiera recuerdo el nombre de la niña que me buscó para el concurso de baile, pero creo que tengo bastante qué agradecerle. Gracias.

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