Yo, en comparación a como había vivido antes y las experiencias que había tenido, me encontraba en el paraíso. Había conocido a dos compañeras bonitas, con las que me llevaba muy bien, y a las que parecía agradarles bastante, cosa que me emocionaba mucho, pues ambas me gustaban. Luz era una niña más necesitada, frágil, dependiente. Lucky era socialmente muy segura, tierna y cariñosa. Llegamos a la situación de que, habiendo dos recesos en el horario de clases, uno de ellos lo compartía con una, el otro con la otra. Inocentemente las quise presentar, suponía que los tres "podíamos ser amigos". El día que las presenté no resultó ser muy cómodo que digamos.
Sin embargo, la fatalidad tenía que llegar a mí por propia mano.
Muchas veces le pedí a Lucky que fuera mi novia. Era confuso y difícil, cada vez que lo hacía, a pesar de que me decía que no, me pedía que nos conociéramos mejor y nunca me rechazaba del todo. Siempre sembraba un nuevo retoño de esperanza, de esos que tienen raíces fuertes en el corazón de un adolescente. Sin embargo, un día las cosas cambiaron. Me buscó y me pidió que la acompañara a la hora de salida, que quería hablar conmigo de algo importante. Loco el mundo y cruel el destino, Luz me buscó también para pedirme que la acompañara a la hora de salida, pues necesitaba comprar unas cosas.
Lo hicieron en ese orden, primero Lucky y luego Luz. ¿Qué hizo que en mi estúpida mente tomara la decisión que tomé? Decidí que hablaría con Lucky y me disculparía por no poder acompañarla, que iría con Luz a hacer algo. Ella, totalmente comprensiva, aceptó la cancelación. A la hora de salida fui con Luz a buscar lo que necesitaba, y ella aprovechó para comprar un par de pulseras hechas a mano. Una para mí y una para ella, para recordar nuestra amistad.
¿NUESTRA AMISTAD? Obviamente Lucky iba a aceptar por fin mi petición de noviazgo, y la rechacé para salir con alguien que nunca me querría y de quien siempre tendría que escuchar sus tristezas por amar a un hombre que la trataba mal. Al día siguiente busqué a Lucky, y me dijo que había comprendido que no valía la pena tratar conmigo el asunto del que iba a hablarme el día anterior. Perdí mi oporunidad para siempre. ¿Por qué elejí tan mal?
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