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10 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLV)

A partir de este momento tengo que hacer una introspección más profunda de mi vida para poder ordenar adecuadamente los hechos irresponsables que la marcaron. Trabajé, me casé, tuve hijos y demás, pero también cometí una gran serie de errores que evitaron que mi vida se construyera como debía. Hoy no soy lo que pensaba, y estar en silla de ruedas me ha dado suficiente tiempo para reflexionar respecto a cómo yo mismo me traje aquí.
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Comencé a trabajar como maestro en el colegio donde me recomendó Idalia, con su amiga. Yo no tenía idea de cómo se manejaban las redes y tenía que aprender. Yo iba a enseñar programación, y tenía otro compañero, más o menos de mi misma edad (18), que se encargaría de la computación. Ambos recién graduados y sin mayor conocimiento. Las computadoras del colegio estaban conectadas en red y tenían Windows 3.1. En lugar de querer aprender en serio, yo estaba decidido a "modernizar" el sistema. Hacer que las cosas fueran a mi modo, algo que casi siempre había logrado en mi vida.
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Recuerdo una de las primeras lecciones de madurez que recibí en ese colegio. Yo planeaba cambiar el Office en las computadoras, pero la versión que conseguí no era compatible con la red. Lo arruiné. Discutí respecto a ese cambio con mi jefa, la directora, y me molesté. Según mi pensar en esa época, como estaba molesto era mejor irme y dejar la discusión. Mi jefa me dijo que regresara y "me regañó". Me dijo que un adulto no podía huir de una discusión sólo así por estar molesto, que un adulto en realidad debe de enfrentar una discusión y resolver el problema independientemente de sus sentimientos. Me quedé y aprendí algo para toda la vida. Mis sentimientos no pueden dirigir mis actos como un niño caprichoso. Debo razonar.
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Gracias, ¡qué ridículo me debí haber visto!
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