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16 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLVIII)

Yo contaba con 17 años apenas cuando trabajé por primera vez como maestro. Dí un curso de vacaciones. Pero al año siguiente cuando comencé mi trabajo más formal en el colegio, aún tenía esos 17. Tenía varios alumnos mayores que yo, y supongo que a varios no les gustó. Siempre me han dicho que aparento menos edad de la que tengo, y supongo que debía verme como alguien de 15 o algo así.
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Lo peor de eso fue que yo traté de imponerme como maestro "por las malas". El primer día de clases, con el primer grupo, amenacé de antemano a aquél que intentara pasarse de la raya. Obviamente fue un craso error, y le hizo mucho mal y nada bien a mi relación con los alumnos. Después comencé a portarme distinto con ellos, pero tenía mucho que aprender.
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Sin embargo fueron tres alumnas de ese mismo grado (quinto bachillerato) las que poco más de una semana después del inicio de clases, me entregaron una tarjeta por mi cumpleaños. Eran quizá las alumnas más bonitas del colegio, y las que usaban las faldas más cortasl. Se imaginarán cómo me sentí, cumpliendo apenas 18 y sin verdadera experiencia con las mujeres.
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Entonces me vi envuelto en una situación confusa, entre aprender a ser adulto y ser maestro, y sentir la atención de las alumnas, y cómo muchos de los alumnos me trataban como un igual y no como un maestro. No sabía qué camino elegir. A veces seguía uno, a veces seguía el otro.
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