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15 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLVII)

Nunca pensé que fuera especialmente atractivo, y no lo pienso aún. Sin embargo, algunas cosas que me pasaron el primer año que trabajé como maestro me hicieron ver las cosas de un modo distinto. Al menos, me hicieron creer otra cosa.

Cuando todavía estudiaba bachillerato, un día abordé un bus que llevaba una ruta distinta a la habitual. No fue una tontería mía, lo descubrí cuando me bajé, pues varias personas se bajaron junto conmigo. Comencé a caminar hacia mi colegio, pues no estaba tan lejos el lugar donde habia descendido del bus. Un minuto después de haber comenzado a caminar descubrí que alguien me acompañaba. Era una niña que yo no conocía y con quien comencé a hablar. Estaba tan nervioso... pero era descortés no hablarle. Estudiaba en un colegio cerca del mío, y por eso llevábamos el mismo camino.

También en la época del bachillerato, varias veces cuando caminaba hacia la entrada de mi colegio, me cruzaba con una niña que siempre sonreía mucho. Después de cruzarme con ella en varias ocasiones, comencé a saludarla. Siempre me devolvía el saludo, muy sonriente, pero nunca me animé a hacer algo más que saludarla.

Días después de haber comenzado a trabajar, resultó que la "niña sonriente" apareció en el colegio, pues solía estudiar ahí y aún no sabía si también lo haría ese año. Cuando la ví me sonrió como siempre lo hacía, y por primera vez hablamos. Supe quiénes eran sus compañeros y descubrí por qué creía conocer a una alumna. Era la niña que conocí el día de la equivocación en el bus, se llamaba Wendy y casualmente era amiga de la "niña sonriente", cuyo nombre no recuerdo. Modestia aparte, creo que Wendy fue la primera alumna que sintió algo por mí. No pasó nada entre nosotros, pero fue porque yo no decidí acercarme más a ella.

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