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14 de noviembre de 2009

De Noche Para Siempre (LXVII)

Estar enamorado de Sugey fue muy hermoso. Había pasión y necesidad de vernos y entrega y ese tipo de cosas. Fue como ese amor de adolescentes que nunca se olvida, pero el problema es que no éramos adolescentes. Ya éramos adultos, ella mayor que yo, y por eso las cosas no resultaron a la larga. Bueno, creo que fue uno de los factores que impidió nuestra felicidad plena.


Yo me sentía algo extraño pero también feliz de poder comenzar a ser padre de María, su hija. Salíamos de vez en cuando juntos y yo me hacía a la idea de la responsabilidad que era tener una hija. Mi mamá la conoció y supongo que por amor a mí hizo el esfuerzo de olvidar la situación y tratar de querer a una "nieta en potencia".


En esos momentos era grandioso, y quizá todavía lo sigue siendo, teníamos mucha actividad física, si saben a qué me refiero. No debería dar detalles y por eso no los daré, pero después de un mes de novios por fin terminamos en la cama. Fue mi primera vez. Sugey fue la primer mujer con quien tuve relaciones y la última, pues en mis condiciones no puedo ya. Repito, en aquélla época era grandioso, pero nos dejamos llevar por la emoción y quizá no fuimos tan reflexivos como debimos serlo. Queríamos querernos y tenernos cerca y disfrutar de nuestra sexualidad y lo hacíamos de verdad, pero se nos olvidó que los mejores resultados se obtienen cuando se planean las cosas.



No puedo evitar que suene a nostalgia la narración de mi historia con Sugey. Aún estoy procesando mi historia con ella, y hay conclusiones todavía pendientes. Como dijo alguien: "exorcisemos esto..."

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