Como dije, en 1998 tuve dos empleos. El primero en un colegio que pasaba por un difícil comienzo, y otro, donde yo mismo estudié. Ambos dando clases de computación, terminando de trabajar en agosto de ese año, después de que me despidieran porque mis horario de estudios coincidía con el trabajo y en aquellos días no sacrificaría uno por otro.
Afortunadamente, siendo más joven aprendí a ahorrar y administrar el dinero de forma tal que con poco no hacía demasiado, pero tampoco me faltaba para lo necesario. Mis estudios no eran una opción para abandonar, asumí que a esas alturas del año y con el dinero que todavía me quedaba, podría sobrevivir. No necesitaba y no quería volver a buscar trabajo sino hasta el próximo año.
Así que continué estudiando. Llegaba temprano a las clases, hacía mis tareas sin problemas. No necesitaba gastar en transporte, pues vivía lo suficientemente cerca de la Universidad como para caminar, y vivía con mi familia todavía, así que comida y demás gastos no existían.
Sin embargo, el mal estudiante que hay en mí emergió y se dejó llevar también por la nueva vida Universitaria, tan llena de actividades al igual que la recién llegada mayoría de edad. En ocasiones me salía de clases o no asistía. No tenía el interés que debía tener. Pero, más malo que bueno, mi capacidad me ayudó de nuevo y aprobé todos mis cursos ese año. La mayoría de las notas eran bajas, pero seguía aprobando sin esforzarme demasiado.
Algún día eso debía terminar.
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