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30 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (LI)

En el trabajo continué comportándome como un niño caprichoso, aprendiendo sólo lo que deseaba aprender de la administración del laboratorio de computación, instalando y desinstalando programas sin saber cuál sería realmente el resultado, dejándome envolver en ocasiones por el ambiente de los alumnos. No fui un maestro irresponsable en sí, siempre cumplía con los papeles que tenía que entregar, en tiempo. Iba aprendiendo por la fuerza de la necesidad a ser maestro. A disciplinar, a mantener el ambiente ameno en clase, a confrontar a los alumnos problemáticos, a tener una presencia en clase, tan necesaria para un maestro de dieciocho años apenas.
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Sin embargo, al final no pude lidiar con la responsabilidad. Como dije, comencé trabajando de lunes a sábado, trabajando sábado una jornada completa de unas 8 horas. Dejé lo del sábado aproximadamente al mes de haber comenzado, y dejé lo demás en mayo o junio. Debí decepcionar mucho a Idalia, que me ayudó a conseguir ese empleo. Quizá la primera de muchas personas a quienes decepcioné por cuestiones de trabajo.
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Pero, por alguna razón durante muchos años tuve mucha suerte. Ese mismo día en que le dije a la directora que renunciaba, luego de recoger mis cosas y salir de colegio, cuando caminaba hacia la parada del bus para regresar a mi casa, me encontré con mi exmaestro de computación y programación. Me vio, me saludó e inmediatamente me preguntó si tenía empleo. Con toda sorpresa le dije que no, y me ofreció trabajar en el colegio en que había estudiado. Acepté con felicidad y regresé a mi casa pensando que la vida era maravillosa y que yo tenía toda la suerte del mundo.
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Aunque, algunos se imaginarán... iba a encontrarme de nuevo con Lucky.
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26 de septiembre de 2009

Contrasaña

No, no está mal escrito. Lo que quise decir es "contrasaña". Estaba tracuciendo un documento en el cual estaba la palabra contraseña, y por error mecanográfico escribí "contrasaña". Yo, que siempre tengo la mala costumbre de pensar y reflexionar respecto a las cosas, inmediatamente pensé en que sí, la contraseña también es una "contra-saña".

Según el Diccionario de la Real Academia de la lengua Española la saña es básicamente una intención rencorosa y cruel. Creo que todos nosotros hemos tenido a alguien que nos guardará rencor y nos querrá hacer daño, aunque después se arrepienta (o no). Así que hemos de necesitar una "contra-saña". No sólo debemos cuidar nuestros datos de que sean conocidos y los usen, sino que en ocasiones debemos cuidarnos de la saña de otros que nos quieren hacer daño. De cualquier forma, pero daño.

Un corazón que rompimos, en la mayoría de las ocasiones. Alguien a quien traicionamos, y que quiere venganza. La cual es mala, en primer lugar, pero existen muchas personas a las que eso no les importa. Al menos, momentáneamente. No creo ser la primer persona que ha intentado ingresar al correo electrónico de su pareja, sólo para "ver". Para intentar saber "la verdad".

Pero esas actitudes hacen más daño que bien. Y se crean conflictos que antes no existían entre las parejas. Se destapa la desconfianza, se liberan los celos. Incluso la crueldad de alguien se revela, las cosas de las que es capaz con su corazón despechado. La contraseña es una excelente "contra-saña" si la cambiamos a tiempo, o si tuvimos el sentido común de nunca compartirla, por mucho que amemos a nuestra pareja.

20 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (L)

Nunca lo terminé de entender, no lo entiendo todavia, pero en ese curso de preparación a la Universidad me volvieron loco tres mujeres. Dejé que me enredaran en una telaraña que yo mismo tejí. Las manipulé para que me manipularan.

Melany, Nancy y Vicky. Creo que a ninguna de las tres yo les gustaba, pero hice que les gustara sobre la base de la atracción física que podía generar. Sobre la base de la atracción física que quizá necesitaban saber que alguien sentía por ellas. Diseccionar un vicio tan errado es difícil. En fin, yo les gusté y jugué con ellas para sentir la adrenalina de tener el interés genuino de varias mujeres al mismo tiempo por primera vez. Pobre hombre vacío de autoestima.

La que menos me hacía caso, quien más me atraía, era Vicky. Pero su falta de interés por mí surtió efecto al final y resultamos siendo amigos... por un tiempo. Meses después la besé, pero creo que fue más por obstinación que por otra cosa. Así que la "lucha" estaba entre Melany y Nancy. Es estúpido, porque repito que yo ni siquiera les gustaba, pero la supuesta atracción que sentí hacia ellas hizo que la sintieran de vuelta.

En una fiesta, recuerdo, se decidió la lucha. Bailábamos y yo tenía la desvergüenza de acercarme mucho y seducir a quienquiera con quien bailara. Bueno, de mis amigas. En la mente me quedó grabada la frase que dijo Melany de "yo también quiero", al verme bailar con Nancy. Tantos años de sentirme insuficiente para esos asuntos se borraron y fueron reemplazados por la actitud contraria. No pude ver que ni siquiera las conocía, que no me gustaban, que no me convenían...

Esa noche hablé con Nancy en la parada del bus. No recuerdo si fue esa noche en que nos hicimos "novios". La besé. Fue mi primer beso. Mi primer beso fue con una desconocida.

17 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLIX)

Por otra parte, la Universidad fue una experiencia muy nueva y muy buena. Hubo un curso de preparación para la vida universitaria organizado por la Asociación de Estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue la primera experiencia que tuve en el nuevo ambiente, sobre todo porque la mayoría de las compañeras eran mujeres. Nunca había estado en un ambiente escolar donde la mayor parte del trabajo la tiene que hacer uno mismo y donde no puedes evitar compartir con mujeres. Fue en este curso donde conocí a las compañeras que me acompañarían durante mucho tiempo, y que se convertirían en mis amigas.
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En este curso conocí a Vicky, a Melany, a Karen, a Ana María y a otras. Algunas que continuaron en la misma jornada, en la misma aula, y otras que ni siquiera continuaron estudiando. Yo traté de comportarme lo mejor que pude, memorizando textos y dando lo mejor de mí, sólo para que el "docente" (un miembro de la asociación de estudiantes) me hiciera sentir casi que estaba haciendo el ridículo. Desafortunadamente me frustraron mi nueva actitud, así que tomé la de siempre. Lo que se me quedara en mi buena memoria, lo que entendiera con mi capacidad, sin hacer ningún esfuerzo real por repasar y/o entender. Y lo más triste es que, me funcionó. Seguía sacando al menos notas aceptables, siempre aprobando.
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Incluso hicieron un examen de admisión a la Escuela de Psicología. En esa época era una medida semiformal para los que escogieran tomarla, y fue muy criticada por muchas personas que no estaban de acuerdo. A mí no me importó mucho en realidad, supuse que ese examen también lo aprobaría, y después estuve mucho más de acuerdo. Me di cuenta de que dejar entrar a quien quisiera a la Universidad sí la perjudicaba, llenando las aulas de gente sin propósito, sin vocación y sin capacidad, que incluso podrían absorber a quienes sí merecían estar ahí.
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Pues me sometí a la prueba y la reprobé. En aquella época no era nada formal, así que los que reprobamos nos reunimos y fuimos con el director de la Escuela. Él nos "entrevistó" y nos permitió ingresar. Todo bien, el comienzo de algo grande.
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16 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLVIII)

Yo contaba con 17 años apenas cuando trabajé por primera vez como maestro. Dí un curso de vacaciones. Pero al año siguiente cuando comencé mi trabajo más formal en el colegio, aún tenía esos 17. Tenía varios alumnos mayores que yo, y supongo que a varios no les gustó. Siempre me han dicho que aparento menos edad de la que tengo, y supongo que debía verme como alguien de 15 o algo así.
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Lo peor de eso fue que yo traté de imponerme como maestro "por las malas". El primer día de clases, con el primer grupo, amenacé de antemano a aquél que intentara pasarse de la raya. Obviamente fue un craso error, y le hizo mucho mal y nada bien a mi relación con los alumnos. Después comencé a portarme distinto con ellos, pero tenía mucho que aprender.
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Sin embargo fueron tres alumnas de ese mismo grado (quinto bachillerato) las que poco más de una semana después del inicio de clases, me entregaron una tarjeta por mi cumpleaños. Eran quizá las alumnas más bonitas del colegio, y las que usaban las faldas más cortasl. Se imaginarán cómo me sentí, cumpliendo apenas 18 y sin verdadera experiencia con las mujeres.
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Entonces me vi envuelto en una situación confusa, entre aprender a ser adulto y ser maestro, y sentir la atención de las alumnas, y cómo muchos de los alumnos me trataban como un igual y no como un maestro. No sabía qué camino elegir. A veces seguía uno, a veces seguía el otro.
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15 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLVII)

Nunca pensé que fuera especialmente atractivo, y no lo pienso aún. Sin embargo, algunas cosas que me pasaron el primer año que trabajé como maestro me hicieron ver las cosas de un modo distinto. Al menos, me hicieron creer otra cosa.

Cuando todavía estudiaba bachillerato, un día abordé un bus que llevaba una ruta distinta a la habitual. No fue una tontería mía, lo descubrí cuando me bajé, pues varias personas se bajaron junto conmigo. Comencé a caminar hacia mi colegio, pues no estaba tan lejos el lugar donde habia descendido del bus. Un minuto después de haber comenzado a caminar descubrí que alguien me acompañaba. Era una niña que yo no conocía y con quien comencé a hablar. Estaba tan nervioso... pero era descortés no hablarle. Estudiaba en un colegio cerca del mío, y por eso llevábamos el mismo camino.

También en la época del bachillerato, varias veces cuando caminaba hacia la entrada de mi colegio, me cruzaba con una niña que siempre sonreía mucho. Después de cruzarme con ella en varias ocasiones, comencé a saludarla. Siempre me devolvía el saludo, muy sonriente, pero nunca me animé a hacer algo más que saludarla.

Días después de haber comenzado a trabajar, resultó que la "niña sonriente" apareció en el colegio, pues solía estudiar ahí y aún no sabía si también lo haría ese año. Cuando la ví me sonrió como siempre lo hacía, y por primera vez hablamos. Supe quiénes eran sus compañeros y descubrí por qué creía conocer a una alumna. Era la niña que conocí el día de la equivocación en el bus, se llamaba Wendy y casualmente era amiga de la "niña sonriente", cuyo nombre no recuerdo. Modestia aparte, creo que Wendy fue la primera alumna que sintió algo por mí. No pasó nada entre nosotros, pero fue porque yo no decidí acercarme más a ella.

12 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLVI)

No tener un plan, eso perjudica la vida de cualquiera. Muchos de nosotros tenermos una "idea" de lo que queremos, pero eso es distinto a tener un verdadero plan. Cuando se tiene planificado lo que se hará, no sólo se tiene un objetivo sino que también se tiene bastante clara la manera en que se alcanzará ese objetivo. Yo sabía desde los 15 años que quería estudiar Psicología, pero no me importba lo que haría antes de llegar a ese punto. Ni siquiera cuando llegué allí me tomé la molestia de determinar qué quería realmente.

Comencé a trabajar por primera vez e ingresé a la Universidad, a estudiar algo de mi elección y a sostener los gastos de mis estudios con mi propio dinero. Supuestamente trabajaría de lunes a viernes por las mañanas y los sábados durante todo el día. Enseñaría programación y creo que algo de computación, no recuerdo bien. En primer lugar no estaba acostumbrado a trabajar y a estudiar al mismo tiempo, a tener el copromiso de un trabajo verdadero. Así que lo que había que hacer me resultaba pesado y hasta aburrido. Quizá por eso tomé la característica como maestro, de bromear bastante y siempre tuve problemas para ser tan disciplinado como los otros maestros. Me era aburrido, no era nada más como escuchar y aprender, hacer y pasar a lo siguiente como cuando estudiaba. Me toparía, com es lógico, con gente con muchas dificultades para aprender.

Tuve la oportunidad de estudiar un Profesorado de Enseñanza Media en Psicología al mismo tiempo que la Licenciatura, pero tendría que estudiar los sábados. Decidí estudiar sólo la Licenciatura para poder trabajar. Más o menos un mes después dejé el trabajo de los sábados para recibir un curso de Lenguaje de Señas que no terminé. Dejé el trabajo, dejé el profesorado, dejé el curso. Tres buenas oportunidades, conveniente cualquiera que escogiese. No escogí ninguna.

¿No suena eso a perder mucho por no planificar lo que quieres?

10 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLV)

A partir de este momento tengo que hacer una introspección más profunda de mi vida para poder ordenar adecuadamente los hechos irresponsables que la marcaron. Trabajé, me casé, tuve hijos y demás, pero también cometí una gran serie de errores que evitaron que mi vida se construyera como debía. Hoy no soy lo que pensaba, y estar en silla de ruedas me ha dado suficiente tiempo para reflexionar respecto a cómo yo mismo me traje aquí.
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Comencé a trabajar como maestro en el colegio donde me recomendó Idalia, con su amiga. Yo no tenía idea de cómo se manejaban las redes y tenía que aprender. Yo iba a enseñar programación, y tenía otro compañero, más o menos de mi misma edad (18), que se encargaría de la computación. Ambos recién graduados y sin mayor conocimiento. Las computadoras del colegio estaban conectadas en red y tenían Windows 3.1. En lugar de querer aprender en serio, yo estaba decidido a "modernizar" el sistema. Hacer que las cosas fueran a mi modo, algo que casi siempre había logrado en mi vida.
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Recuerdo una de las primeras lecciones de madurez que recibí en ese colegio. Yo planeaba cambiar el Office en las computadoras, pero la versión que conseguí no era compatible con la red. Lo arruiné. Discutí respecto a ese cambio con mi jefa, la directora, y me molesté. Según mi pensar en esa época, como estaba molesto era mejor irme y dejar la discusión. Mi jefa me dijo que regresara y "me regañó". Me dijo que un adulto no podía huir de una discusión sólo así por estar molesto, que un adulto en realidad debe de enfrentar una discusión y resolver el problema independientemente de sus sentimientos. Me quedé y aprendí algo para toda la vida. Mis sentimientos no pueden dirigir mis actos como un niño caprichoso. Debo razonar.
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Gracias, ¡qué ridículo me debí haber visto!
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6 de septiembre de 2009

Por Primera Vez en Comunión

El fin de semana pasado mi hija Luisa Fernanda hizo su primera comunión. Somos católicos, aunque debo admitir que precisamente ella y yo hemos sido un poco rebeldes. Yo siempre he tenido mis propias ideas respecto a Dios y la religión, y al parecer ella comienza a mostrar individualidad también.
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En fin, no defiendo ni promulgo ninguna religión, pero quiero hablar de la Primera Comunión. ¿La entenderán quienes la enseñan? Yo pienso que no, como en muchos casos de la así llamada religión. Yo pienso que esa ceremonia es para enseñarles a los niños el significado de entrar en comunión con Dios. Que el "comer el cuerpo de Cristo" y "beber la sangre de Cristo" es el símbolo de entrar en comunión con Dios, que es la forma en que nosotros lo dejamos entrar en nuestro ser para compartir su esencia.
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Me doy cuenta de que a los niños se les enseña que Dios es bueno y que Cristo murió por nosotros, pero se diluye el verdadero significado de la ceremonia al no distinguirlo del resto de conceptos de la religion. Obviamente Cristo llevó una vida ejemplar, y es bueno estar consciente de ello. Vendernos la idea de la resurrección no puede faltar. Pero lo más importante es que el niño entienda de alguna manera que esa manera en que se une a Dios durante la Comunión hace no sólo que sea parte de una comunidad, sino que es una manera de admitir que se llevará una vida semejante a la de Cristo. Admitir que podemos ser parte de Cristo y viceversa, que podemos llevar también una vida ejemplar.
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Maestros, ¿por qué hay tantos que no enseñan?
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4 de septiembre de 2009

Burla de la Burla

Existen muchos programas de televisión malos en Latinoamérica. Tantos programas de chistes que repasan todos los chistes que elaboró el programa anterior. Sólo cambian por un busto más grande, u bigote más falso, el nombre del presidente de turno, la muerte de Michael Jackson. Programas sin imaginación, sin ideas nuevas, sin sentido del humor real. Copia de lo que alguna vez supuestamente funcionó con las masas. Otros programas ni siquiera se toman la molestia de robar ideas, tienen menos voluntad de trabajar y consiguen videos de personas reales en situaciones "cómicas" reales. Uno se cae, al otro lo patea un burro, el de más allá no ve la puerta de cristal, y se desarma la mesa cuando todos están sentados frente a ella.

Todo "real", hasta que a alguien se le ocurrió que no necesitaban solaparlo y crearon los "Realities". Imaginemos primero situaciones reales pero incómodas y metamos gente normal ahí. Después imaginemos situaciones no tan corrientes y metamos gente normal ahí. Después metamos gente anormal, a ver qué pasa. Ahora hay que fisgonear en la vida de la gente poco común. Los artistas, los ricos, los enfermos, los pornógrafos... todos. Nadie se salva ni tiene vida privada.

Y los pobres televidentes de los "realities" ya no saben qué es la realidad. ¿Cómo me debo comportar ante tal situación? ¿Debo ser extravagante? ¿Eso es mejor? ¿Cómo mido la realidad de los ricos de Beverly Hills desde el televisor de mi casa en un asentamiento? ¿Debería empezar a comprar cosas en lugar de educarme? Muchos programas han sido una burla, y una buena burla. Pero los nuevos productores se han quedado sin espacio para las ideas por guardarlo para los billetes. Ahora lo que vemos es una burla de una burla. La ridiculización del ridículo, haciéndolo ver como algo habitual. Y las mentes que sólo saben decir "sí, así es" tendrán tatuada la palabra "reality" entre el hemisferio derecho e izquierdo. ¿Una pérdida? ¿Una lástima? Unos minutos más frente a la boca abierta de los telespectadores.

2 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLIV)

No puedo recordar ninguna Navidad en especial, al contrario de lo que parece suceder en muchas autobiografías. Puedo recordar algo de lo que sucedió en la que acaba de pasar, y recuerdo anécdotas de algunas de mi pasado, pero nada más. No tengo ninguna Navidad que haya marcado mi vida, al menos ninguna que yo recuerde.

De pequeño las Navidades eran un poco decepcionantes, pues yo sabía que siempre recibía menos de lo que recibirían los nietos del Ingeniero. Ellos eran más adinerados, pero como vivíamos en la misma casa, la celebración era junto a ellos. De modo que el momento de recibir y destapar los regalos era el mismo también. Recuerdo por ejemplo, una ocasión en que recibí un auto de control remoto que sólo se movía hacia atrás y adelante, con un cable desde el control al automóvil. El nieto del Ingeniero recibió otro auto de control remoto, un Ferrari inalámbrico que incluso encendía las luces. Creo que nunca me acostumbré a esas diferencias.

Sin embargo, siempre me gustaba que pusieran varias bandejas con dulces por la casa. Me gustaban mucho (y a la fecha aún me gustan) unos dulces llamados Cerezas, que las ponían junto a malvaviscos pequeños. Colocaban otros dulces y fruta seca, pero yo escogía únicamente lo que me gustaba.

Los cohetillos son costumbre acá en Guatemala, y entre los niños y jóvenes, quemarlos con audacia. A cierta edad los favoritos son los pequeños que explotan. Bueno, algunos no tan pequeños. Pero se encienden y se arrojan. Si se enciende la mecha y se espera un poco, al arrojarlos explotan en el aire. Se vé "mejor". En una ocasión lo estaba haciendo, pero esperé un poco más de lo debido. Me explotó justo al arrojarlo, enmedio de los dedos abiertos. Fue una mala experiencia de Navidad.

Las Navidades mejoraron en cuanto las celebré con mi propia familia, con la que yo formé. Cuando se es padre se comprende lo que es la felicidad de los hijos, y cómo se lucha por lograrla. Los regalos que se reciben son mejores.

1 de septiembre de 2009

De Noche Para Siempre (XLIII)

Me gradué de Bachiller en Computación, y en mi casa la frase de mucho tiempo antes fue la de que comenzara a buscar empleo al día siguiente de la graduación. Así que mi problema era ése. Sin embargo, como ya conté, me hice amigo de mi maestra Idalia, y eso resultó mucho mejo de lo que yo creía. Ella conocía a otra maestra que comenzaba a ser directora de un colegio y necesitaba maestros. A mí siempre me atrajo la idea de enseñar. En ese momento comencé a tomar el camino que debí tomar dos años atrás. Mi autobiografía está llena de reproches, pero es que no termino de lidiar con esta enfermedad que me ha dejado con tantas limitaciones.

En fin, yo nunca lo había hecho ni había hecho nada parecido ni había sido preparado para realizar ese trabajo. Pero a mí me atraía la idea y estaba dispuesto a intentarlo. Me harían una prueba que consistiría en dar un pequeño curso de computación de dos días a algunos alumnos que estudiaban los fines de semana. Era un reto grande, si tomamos en cuenta que yo tenía 17 años y el menor de mis "alumnos" tendría al menos dos o tres años más que yo. Y no tendrían casi nada de idea del uso de la computadora, así que sería un reto a mi disposición y habilidad para enseñar.

Aún así, fue una de las mejores experiencias que tuve como docente. Me esforcé en enseñar, en aquélla época Windows 3.1 (imaginen cuánto ha pasado desde entonces... en tantos aspectos de la realidad...), y los alumnos se esforzaron en aprender. Al final de esos dos días ellos escogieron a una alumna, de unos cuarenta y tantos para que me contara la impresión que les dí como maestro y para agradecerme en nombre de todos el haberles enseñado. Me sentí realmente bien y orgulloso de mí mismo.

Me pagaron y así recibí mi primer sueldo verdadero. Lo más importante que compré con ese dinero fue el "Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano". Sabía que me reiría, pero no tenía la madurez para leer un libro así en esa época. Lo comencé y lo abandoné hasta años después en que estaba preparado para disfrutarlo. A partir de entonces también disfruté muchos otros libros. Envejecer es algo que te produce muchas satisfacciones si las sabes aprovechar. Sé que hay "viejos" más felices que yo y espero serlo algún día.

Pasé la prueba y me contrataron. Debía presentarme el 2 de enero del siguiente año a trabajar. Hasta ahí comprendí de verdad que la vida de estudiante es muy distinta a la vida del trabajador.