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20 de agosto de 2010

¿Un Diccionario?

El otro día lo pensé y caí en la cuenta de que desde siempre fui un niño singular, anormal. Recuerdo que más o menos a los 11 ó 12 años yo deseaba más que otra cosa, un diccionario. Solía visitar una librería que estaba a unas dos cuadras de mi casa, siempre me gustaron las librerías. Había cuadernos, crayones, marcadores, borradores, lápices de varios tipos, libros, lapiceros y tantas cosas más con las que siempre yo me sentía muy cómodo. Eran cosas que se podían utilizar para dibujar y yo siempre he amado dibujar. Y los libros. 


A esa edad yo tenía una relación especial con el diccionario que tenía en mi habitación. Era viejo, las páginas se caían en grupos. Cincuenta páginas por aquí, cincuenta por allá, veinte más acá y alguna que otra rebelde que caía sola. Me molestaba que cuando tomara el diccionario las páginas se cayeran y tuviera que recogerlas y ordenarlas, pero en el fondo creo que me divertía haciéndolo. Era de tamaño mediano, con muchas más páginas que un "diccionario escolar". Me gustaba buscar palabras nuevas. Siempre me ha gustado aprender nuevas palabras, practicarlas, usarlas cuando escribo y hablo. Y ese diccionario me acompañó mucho tiempo en mi vida.


Pero yo quería uno nuevo, actualizado. Con las páginas blancas, no amarillas, y todas bien pegadas al lomo. No sé por qué, siempre me molestaron los diccionarios con imágenes al margen, gráficas de mucho colores que le roban espacio a las letras. Siempre me gustaron más las letras. Y el diccionario que yo quería no era la gran cosa. No tenía oro en el borde de las páginas, ni un empastado lujoso. No era un diccionario enciclopédico de 4, 10 ó 30 tomos. Era simplemente, un diccionario bonito, parecido al que siempre tuve. Yo añoraba ese diccionario como otros niños añoraban una patineta, un carro a control remoto o la figura de acción de moda. Para la época de Navidad yo también quería alguna de esas cosas, pero definitivamente se me hubieran olvidado si me hubiesen ofrecido ese diccionario.


Y nunca lo tuve, tristemente. Fue un sueño de niñez o preadolescencia. Y quizá alguna noche de estas por fin sueñe que lo tengo, que es mío al fin. A pesar de poder adquirirlo hoy, ya son otras mis necesidades. Y, quizá, los sueños de la niñez se deben respetar.


1 comentario:

Wizard Knight dijo...

Uno aprende cada dia algo nuevo, y como bien dicen "el que dice que lo sabe todo,tiene razon, ya que no se le puede enseñar nada mas”. Con lo que indicas de los sueños de niño, yo pienso que uno siempre lleva ese niño interno. Y que nunca es tarde para dejar a un lado los mismos. Y aunque es cierto que ya han pasado los años y talvez uno mismo, se fija otras prioridades, por la misma vida que se ha elegido. Nunca es tarde para poder darse ese gusto. Yo hoy mismo estoy dandomelos y creeme q lo he disfrutado. Un abrazo Amigo y sigue escribiendo. Aqui estare comentando.