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15 de mayo de 2009

De Noche Para Siempre (IX)

Justo al lado de donde estudié mi primaria, se encuentra el lugar donde estudié mi secundaria. Tuve la suerte, la dicha o la fortuna de ingresar junto con algunos de mis compañeros de primaria. Uno de ellos fue aquél que sigue siendo mi amigo, César, pero en esos años nos distanciamos un poco. Seguimos siendo amigos, pero él y yo encontramos otros amigos con quiénes pasar la mayoría del tiempo. En esa época también encontré a los otros dos amigos que han perdurado hasta hoy, uno de los cuales ha sido el mejor: Ángel y Edgar.

Para ingresar al Instituto San Ignacio debíamos someternos a un examen de admisión. Varios compañeros de primaria nos sometimos, pero no todos aprobamos. Pudimos continuar otros años juntos algunos de nosotros, hacer nuevas amistades, convertir algunas en enemistades y vernos crecer.

Una de las cosas que más recuerdo de las pruebas de admisión fue las pruebas psicológicas. Nos pasaron las de casa-árbol-persona, y resulta que a esa edad yo ya conocía algo de eso, pues ya había leído al menos un libro que trataba el tema. Fue curioso, saber que si hacía, por ejemplo, la figura humana con palitos era una forma de resistencia. Sentía que yo experimentaba con los evaluadores más que ellos conmigo. Luego, lo que más recuerdo de las primeras clases que recibí, fue que el maestro de Matemática, quien nos había dado algunas clases en vacaciones para nivelarnos, el primer día de clases nos dio una clase normal, con ejercicios tareas y todo. Al ver nuestra extrañeza, nos dijo algo como "¿a qué pensaron que venían hoy, a conocer al profesor?". Me hizo bastante gracia, porque era cierto y por la forma tan sarcástica en que lo dijo. En realidad creo que eso de "en el primer día no se hace nada" es una pésima costumbre, y durante los años que fui maestro, en la medida que tuve oportunidad utilicé más o menos la misma frase. En esos años tuve maestros que me sirvieron de buen ejemplo para serlo. Espero, con mi trabajo, haber inspirado a alguien también a enseñar.

Me sentiría orgulloso.

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