Convertirse en una persona que ha dejado de creer en el amor es una tragedia. Independientemente de la edad, es uno de los primeros rasgos de la muerte. Pero no es algo que suceda de un día para el otro, no es como comprar un carro o como que te echen de tu casa. Es más bien algo paulatino, como cuando cambias de voz en la adolescencia o cuando encaneces al comenzar a envejecer. Es una tragedia.
Y no es como si realmente dejáramos de creer. Somos más bien como los pesimistas que en realidad son los esperanzados sin remedio. Aquéllos que quieren creer que todo es negro porque se han llevado demasiadas decepciones en su vida al creer que siempre será blanco. Y siempre creen en secreto que todo será blanco.
Sin embargo, sólo he dejado de creer en el amor "para mí". Puede ser nada más la depresión venida de mi enfermedad, pero me he dado cuenta de que el amor, como caminar es una de esas cosas de la gente normal que se me ha vetado. Y ha sido a consecuencia de mi enfermedad. El otro día hablaba con un amigo y me decía algo así como que la mujer que se fije en alguien como yo, en silla de ruedas, será muy tonta o muy inteligente. Me conviene una mujer muy inteligente, pero debo admitir que en el mundo en que me manejo, casi no encontraré mujeres de ese tipo. Y he sido muy deficiente socialmente como para usar el internet para conocer gente. Ya ven, lo que hago es tener un blog.
Mas, como disculpa, no dejo de creer en el amor de los demás. Pienso que algún día mis hijas se van a enamorar, y aunque también les van a romper el corazón, algún día encontrarán a alguien más o menos ideal con quién casarse. Y el ciclo va a continuar, sin mí.
Una tragedia.
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