Todos tenemos la oportunidad de vivir una experiencia maravillosa, la experiencia del espejo. Parecerá ridículo e intrascente, pero tiene mucho significado cuando nos vemos por primera vez a nosotros mismos. Nos explicaba un catedrático hace unos años a mis compañeros y a mí, que cuando una persona, generalmente cuando es de corta edad, se ve a un espejo, hace muchos descubrimientos. Descubre no sólo su cara, su "yo", sino que comienza a comprender que es esa cara la que todos los demás ven. Que los otros no ven lo que uno siente y piensa que es, sino esa cara y lo que ella demuestra.
Cuando nos vemos en un espejo entendemos que estamos observando lo que los demás observan, nos observamos desde fuera. Comenzamos a comprender que nuestros pensamientos y sentimientos pueden ser ocultos tras una máscara, que es nuestro rostro. Podemos sentirnos tristes pero nadie se dará cuenta si dibujamos una cara sonriente en nosotros mismos. El espejo nos muestra cómo nos ven los demás, y por lo mismo aprendemos a mostrarnos como queremos que los demás nos vean.
En el espejo nos miramos como los demás nos miran, como QUEREMOS que nos miren los demás, como CREEMOS que nos miran. Y para algunas personas ahí surge un problema, debido al gran descubrimiento de la ciencia psicológica, que es la Baja Autoestima. Resulta que cuando se ven al espejo, a muchos no les gusta lo que ven. Y piensan entonces que los demás también los ven así, que nos les gustan a los demás. Y es entonces cuando comienzan las mentiras, las apariencias. Mentimos para aparentar ante los otros que somos otros, que somos mejores, pero no es porque los demás así nos juzguen, sino porque no nos gustamos a nosotros mismos.
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