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12 de julio de 2008

La Piedra Azul (2a parte)

Después de eso me acosté porque me sentía mal. Me dolía la cabeza y me dolía el brazo. Tampoco podía dormir. Daba vueltas en mi cama, hasta donde se puede dar vueltas con un maldito yeso en el brazo, y luego concluí que definitivamente no iba a poder dormir. Volteé hacia un lado y ahí estaba mi piedra mágica. La tomé con la mano buena y la acerqué de nuevo a mis labios y susurré, apretando los ojos porque esta vez sí lo deseaba: “quítame este dolor, por favor”. Jamás creí que a mí me sucedería, pero lo pedí con tanto fervor que de verdad se me quitaron los dolores y pude dormir. Creo que a eso se le llama somatizar o algo así en psicología.
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Mi brazo ha seguido mejor, me duele menos y ahora lo que tengo que soportar es la picazón que me atormenta de vez en cuando, Pero lo único que tengo que hacer es pedirle a mi piedra mágica que me quite las molestias y todo bien. Es curioso, no funciona cuando sólo cierro los ojos y me concentro en que ya no quiero que me pique el brazo, sino que sólo funciona cuando se lo pido a la piedra. Es como si se hubiera convertido en un objeto especial para mí, como si de verdad creyera en la magia de la piedra y por eso mi mente sólo funcionara cuando le pido un deseo a ella. Como cuando alguien le pide a un santo conseguir empleo, y casualmente lo consigue, y luego la persona cree que fue obra del santo.
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Por supuesto que a nadie le cuento de esto, porque todo mundo se va a reír de mí. El otro día le comentaba a mis amigos que la fuente que está en medio del patio del colegio es bonita, que me parece que la construyeron con bastante cariño, que le pusieron esmero, y ellos se me quedaron viendo con una expresión de “después nos vas a salir con que leamos y les leamos poemas a nuestras novias”. Así que mejor dejo esas cosas para mí mismo, no sé si ellos son los que no me comprenden o soy yo el que es más maduro que ellos. Creo que son las dos cosas al mismo tiempo. Si les digo que tengo una “piedra mágica” que me quita las molestias del brazo les daré motivos para que se burlen de mí hasta que se mueran. O hasta que yo me muera, lo que pase primero.

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