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30 de julio de 2008

Todo Mundo lo Hace


*** Estamos de duelo por la pérdida de nuestro contador ***
Mi esposa me contó que en el mercado ella encuentra los cepillos de dientes Colgate 360 a 5 quetzales. El precio es muy bajo, en el supermercado lo encontramos cuatro o cinco veces más caro. Dan ganas de comprarlo. Pero no basta pensar mucho para darse cuenta de que esos cepillos han de haber sido robados, que alguien sufrió pérdidas para que esos cepillos llegaran tan baratos a un mercado de la zona 5 capitalina. Quién sabe, quizá hasta alguien murió.

La excusa más fácil es la de que para esas empresas esa pérdida es algo mínimo, que alguien tiene que hacerse cargo de poner tales productos al alcance de la "gente común", que se le da un medio de subsistencia a personas que de otro modo no lo tendrían, y cosas por el estilo. No puedo ponerme a discutir seriamente respecto a esos puntos... sería largo y tedioso. Pero, mi punto es, ¿tenemos que acudir a la ilegalidad para eso? ¿a cuánta otra "gente común" le hacemos daño con eso? Muchos de nosotros acudimos a lo ilegal porque es más fácil, más barato, más rápido, etc. Y tiramos basura en la calle, compramos artículos robados, tomamos señales de cable, internet, incluso de teléfono que no son nuestras. Todos tenemos un amigo que conoce a alguien que nos consigue "buenas cosas" más baratas, que nos puede facilitar servicios que de otro modo serían quizá demasiado caros. Y "todo mundo lo hace", entonces no importa. ¿Por qué voy a comprar un cepillo caro, si puedo comprar el mismo, más barato, aunque sea robado? ¿Qué tiene de malo, si "todo mundo lo hace"?

"Todo mundo lo hace" es la forma en que nos liberamos de actuar por nuestra propia convicción. Aunque sepamos con nuestra cabeza que ciertas cosas están mal, podemos dejar de hacerle caso bajo el manto de "todo mundo lo hace". Pero si todos le hiciéramos caso a lo que nos dice nuestra conciencia, y nos dejara de importar que "todo el mundo lo haga", iríamos hacia la construcción de un mundo más correcto, y seguramente mucho mejor.

28 de julio de 2008

Hedgehog's Dilemma


O "el dilema del puercoespín". Uno de las bases principales en la trama de la serie de animé Neon Genesis Evangelion.


El dilema del puercoespín consiste básicamente en que las personas necesitamos las unas de las otras, pero cuando nos acercamos demasiado a los demás, corremos el peligro de hacernos daño también. Como cuando los puercoespines tienen frío y saben que necesitan del calor de los otros, pero, si se acercan demasiado, a pesar de necesitar de los otros no pueden evitar herirse con sus espinas mutuamente. Los humanos no podemos evitar arriesgarnos a sufrir daño al acercarnos a los demás, pues cuando eso sucede salen a luz nuestras debilidades, comprometemos nuestros sentimientos.


Shinji Ikari, el protagonista de la serie, escoge en un momento de la trama, alejarse de los demás, pues ese alejamiento le asegura que no sufrirá. Si no comprometo mis sentimientos, tampoco les harán daño. Sin embargo, ¿qué clase de vida puede vivir un ser humano sin el contacto de otro igual? ¿Qué es un ser humano si no puede amar y entregar sus vulnerabilidades a otra persona, confiar en alguien más? Shinji decide que debe aceptar la realidad y el contacto de los seres humanos, aunque eso duela a veces, quizá porque lo que uno puede salir ganando es mucho más valioso que lo que uno arriesga.


Confiemos en los demás, entreguemos nuestro corazón a los otros, aunque nos arriesguemos a que nos hagan daño. Una vida sin contacto humano está tan vacía que no valdría la pena vivirla. Y si nos hacen daño, es normal, somos humanos. Lo que nos hace madurar no son las caídas, sino el esfuerzo por levantarnos.

26 de julio de 2008

¿Qué Estaré Pagando?

Muchas personas, al ver los problemas actuales que tienen, se preguntan qué estarán pagando. ¡Qué salida tan fácil! Yo no me lo pregunto. Yo sé qué estoy "pagando".

Cuando tomamos decisiones, muchas veces no nos damos cuenta del alcance que tienen las consecuencias de las mismas. La carrera que escogemos o la ausencia de ella, el empleo en el que trabajamos, la pareja con quien convivimos, la cantidad de hijos que tenemos (tanto legítimos como ilegítimos), el comportamiento que nuestros hijos demuestran... todo es consecuencia de las decisiones que tomamos, de la conducta inteligente o necia que nos lleva a la vida que vivimos.

A mi parecer, la pregunta ¿qué estaré pagando? es una pregunta muy tonta. Una mujer que, cuando su hijo resulta ser una mala persona, después de que ella no supo criarlo adecuadamente, o simplemente lo dejó con un familiar o en alguna institución, ¿tiene derecho a preguntarse qué estará pagando? Aunque las decisiones que haya tomado dependieran de las circunstancias, pretender que se es víctima de una consciencia intangible que le quiere hacer daño es una salida fácil, no realista.

Simplemente no tiene sentido. Vivimos con las consecuencias de lo que hacemos y las decisiones que tomamos, y si ya "la regamos" sólo nos queda ver hacia el futuro con optimismo, madurar y pensar mejor las decisiones que tomemos de aquí en adelante. ¿Por qué la gente es tan incoherente? ¿Es tan difícil hacerse responsable de uno mismo y de su vida? ¿De dónde proviene la mala costumbre de buscar culpables alrededor siempre, antes de aceptar la propia culpa? ¿Esperan que esa misma "entidad" les resuelva sus problemas, sólo por haberle echado la culpa? ¿Qué nos pasa?

24 de julio de 2008

No Soporto tu Regla


El otro día, al hablar de lo prohibido, hablamos de lo bonito que es transgredir, y de cómo ciertas reglas se establecen arbitrariamente, aunque también se rompen arbitrariamente. Me causa gracia, porque mis años de experiencia como maestro no me dejan quitarme este tono "didáctico" que tienen la mayoría de mis escritos. Sin embargo, a la vez son reflexiones que me han llevado a conclusiones respecto a mi realidad, al mundo que me rodea y en el que vivo.

Pues algún día tuve qué preguntarme acerca del sentido de las reglas. Siempre he sido muy crítico y no puedo aceptar las cosas sólo porque sí (razón por la cual no sirvo para la religión). A mis alumnos más de una vez les dije que la regla de, por ejemplo, no ser soeces en clase, no era por simple y llana mojigatería, sino que respondía al RESPETO básico que nos merecemos unos a otros. Que no debían ser así por respeto a la idiosincrasia de cada uno de sus compañeros, y no porque tal o cual vocabulario fuese malo per sé. Así fue como fui entendiendo que las reglas existen para que exista el orden también, orden necesario para que la vida de los seres humanos en sociedad sea posible y mejor. Porque "el respeto al derecho ajeno es la paz".

¿Acaso el pecado más grande del asaltante no es el EGOÍSMO? ¿Acaso no lo es también del conductor ebrio? ¿El estafador? ¿El bullicioso? ¿El vulgar? ¿El que tira la basura en la calle? ¿El aprovechado? ¿El asesino? Todos aquellos que ponen el bienestar propio por encima del bienestar de los demás y de su propia sociedad como un todo se comportan egoístamente y provocan ese desequilibrio que causa malestar a todos. Son los que rompen las reglas. Las reglas que existen para que haya ORDEN, claro, no las reglas que también son fruto del egoísmo. ¿Hasta dónde es bueno romper las reglas? Creo que ya se contestó esa pregunta.

21 de julio de 2008

Nuestra Mocosita


Creo que en general no fui un niño normal, pero disfruté de un paseo al zoológico, de que me dijeran "vamos a ver a La Mocosita" y de la ilusión de compartir con mi familia, y con tantas familias guatemaltecas, de uno de los iconos de nuestra cultura. Hoy en la televisión, alguien dijo: "murió alguien de la familia", y pienso que es totalmente cierto. Todos sentimos la muerte de alguien que nos acompañó durante más de una generación, que fue parte de nuestra niñez y más allá, alguien que quisimos visitar y conocer y compartir sin importar cuál fuera nuestra religión o posición socio-económica o por cuál candidato hubiésemos votado.


Espero que muchos lo sintamos igual, y que reconozcamos que son esas pequeñas grandes cosas las que crean una cultura y unen los corazones de las poblaciones. Que el niño que hay dentro de nosotros está unido a todos los demás niños guatemaltecos, y no ve el empleo que tenemos, la religión que profesamos, el lugar donde vivimos, la apariencia que tenemos, el auto que conducimos... Que el niño que llevamos dentro debiera de ser quien condujera algunas de las decisiones importantes que tomamos en nuestra vida, y debiera ser quien escogiera a nuestras amistades, y no el adulto prejuicioso en el que muchos de nosotros nos convertimos.


La Mocosita nos recuerda que todos alguna vez fuimos niños y que no hacía (como nosotros a esa edad) diferencia alguna de persona a persona. ¡Quién tuviera la dicha de morir y ser recordado con tanto amor por todo un país! Que descanse en paz y en el lugar más bello del corazón de quienes la conocimos, Nuestra Mocosita.

20 de julio de 2008

地獄少女 - Hell Girl


O bien, en español, la "chica del infierno". Es una serie de animación japonesa que trata acerca de una página de internet (¡!) que sólo se encuentra disponible a la media noche. En ella no aparece más que el mensaje de "nos vengaremos por ti", un espacio para escribir el nombre de la persona objeto de nuestra venganza, y un botón para enviar. Luego de que se ha enviado la solicitud, se recibe un mensaje y/o la visita de Emma Ai, la "jigoku shoujo", quien da un muñeco con un hilo rojo al solicitante. Se le explica que al desatar el hilo se realizará la venganza, y la persona que se ha escogido irá directo al infierno. Pero, también se aclara que al escoger desatar el hilo, el contrato estipula que el alma del solicitante irá también al infierno sin remedio cuando muera. Interesante, ¿no? Más información en: http://es.wikipedia.org/wiki/Jigoku_Sh%C5%8Djo


Una pequeña muestra para aquellos que piensan que las "caricaturas chinas" (¡qué cosas tan horribles provoca el desconocimiento!), tratan sólo de peleas, seres monstruosos y chicas hermosas con poderes mágicos y uniformes de colegio. Esta es sólo una de las tantas opciones originales, diferentes y tremendamente profundas que ofrece la animación japonesa. Desde el principio y en cada capítulo se nos plantea: ¿somos capaces de odiar tanto como para enviar nuestra propia alma al infierno? Eso, claro, si creemos en el infierno. Me pregunto qué clases de bajezas tiene que sufrir una persona para, no sólo querer vengarse, sino para estar dispuesto a aceptar sufrir un terrible destino como condición para alcanzar su venganza.


Parecerá mentira, pero yo no sé guardar rencores, y hasta de tonto me han tachado por la "capacidad de perdón" que tengo. Pero resulta muy real para mí pensar en cómo nuestro ser puede doler tanto como para desear que el otro arda en el infierno y se consuma en sus fuegos y martirios, aún cuando se sabe que nuestra alma caerá en el mismo suplicio tarde o temprano. Una serie que explora la capacidad de odiar que poseemos los seres humanos. Si pudieras, ¿lo harías?


PD: gracias a Cristina, quien me recomendó la serie y otras muy buenas. ¡Viva el animé!

18 de julio de 2008

Lo Prohibido

Yo te buscaba, sé que te buscaba
por ese laberinto conocido de la vida cotidiana
en que te he perdido tantas veces.
Y sabía que tenía que encontrarte,
porque me estabas esperando,
porque tenías ganas de amarme,
porque tenía ganas de amarte.

Afortunadamente te encontré
y al instante estabas desnuda
completa, mía, escondida en el disfraz de tu piel.
Y comenzamos a amarnos,
me complacías, te divertías,
me disfrutabas, me hacías sentir bienvenido.

Sentía todo mi cuerpo al sentir todo tu cuerpo
y no había duda alguna de que estabas ahí,
de que eras mía, de tu piel suave,
de tu calor, de tu felicidad.

Todo era placer y cuerpo y fantasía hecha realidad
hasta que llegó mi madre. Me tuve que esconder.
Pero sabía que no la engañaba, salí al descubierto,
y me desperté…

Entonces me pregunté, ¿qué hacía mi madre en ese sueño?

Y decidí que tenía que escribir acerca de lo prohibido.
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.................................................................LuisFH

17 de julio de 2008

Te lo Prohibo


Y cuando nos dicen que nos prohiben algo, ese algo se vuelve incluso más llamativo. ¿Por qué? ¿Qué hace que nos guste tanto las cosas que nos prohiben? ¿Acaso nos gusta romper las reglas? ¿Nos hace sentir poderosos, grandes, intrépidos, rebeldes? ¿Nos atrae lo prohibido porque nos gusta lo misterioso y nos emociona el descubrimiento? Yo pienso que no necesariamente es así.


Generalmente las cosas que nos prohiben son cosas placenteras, es cierto. Por eso nos hemos hecho a la idea de que lo prohibido es "rico". Pero el asunto es al revés: "las cosas ricas se nos prohiben" y no "las cosas prohibidas son ricas". ¿Me doy a entender? Pero, ¿por qué se nos prohíben las cosas ricas? Porque muchas de estas cosas, a pesar de producir placer, resultan dañinas de alguna forma. Y se prohibe el cigarro y el licor y la pornografía y las drogas y hablar con tu amiguito ese o esa muchacha que no te va a traer nada bueno. Pero nos gusta el placer, y nuestra inteligencia disminuye a medida que aumenta el placer que nos da esa cosa prohibida. Se necesita, al parecer, cierto grado de madurez y autocontrol para comprender que ciertas cosas placenteras producen daño, y prohibírnoslas a nosotros mismo. El chocolate no es prohibido por lo común, pero cualquiera "con dos dedos de frente" entenderá que todos los extremos son malos, y que "todo con medida, nada con exceso".


Claro que existen prohibiciones arbitrarias, así como también existen, por así decirlo, revoluciones arbitrarias, pero ese debe ser tema aparte. Por lo pronto, los invito a quitarnos la idea de que las cosas prohibidas son ricas. Hay que analizar las cosas desde cero, y no dejarse llevar por lo que dicen los demás.

14 de julio de 2008

La Piedra Azul (3a parte)

Mis papás pelearon de nuevo. Según mi mamá mi papá es un irresponsable y un borracho, y según mi papá mi mamá lo está engañando con uno de sus compañeros de trabajo. Yo sé que los dos tienen razón, y que además se preocupan demasiado de ellos mismos como para darse cuenta de que sus dos hijos escuchan siempre sus malditas peleas. Tenía tanta rabia y desesperación que cuando estaba en mi cuarto tratando de ignorarlo, lo que hice fue tonar de nuevo mi piedra mágica y pedirle que se callaran. Pero en ese momento dejaron de pelear, gracias a Dios, y por fin tuve algo de tranquilidad. Comencé a pensar en si no será cierto que la piedra funciona, pero algo como eso no puede ser posible, estamos en el mundo real, esas cosas no pasan.

* * *
Hoy ya no sé qué pensar. Claro que la piedra me quitaba las molestias del brazo, pero no era la piedra, sino que mi mente actuaba sobre mi cuerpo por convencimiento. Aquella vez simplemente mis papás se callaron al mismo tiempo que yo pedía que lo hicieran, pero no puedo decir que la piedra DE VERDAD haga todo eso. Sin embargo, esas cosas me pusieron a pensar, y terminé haciendo una prueba formal. Me levanté hoy en la mañana y le pedí a mi piedra mágica encontrarme dinero tirado en calle hoy que saliera. No le pedí un monto específico, la primera vez, pero luego hice la prueba con cincuenta quetzales. Antes de salir en la tarde, después de haberme encontrado veinticinco centavos en la mañana, le pedí de nuevo a mi piedra, pero esta vez pedí encontrarme un billete de cincuenta quetzales. Y pasó. PASÓ. El corazón me latía fuertemente cuando pude ver el billete conforme me acercaba. Era una felicidad tan grande que me daban ganas de saltar, pero claro que no lo hice. Sólo levanté el billete y seguí caminando, con una sonrisa en la cara y euforia en el corazón. No tanto por el dinero, sino por saber (o tal vez creer) que mi piedra sí era mágica. Por estar confirmando, quizá, que poseía algo de verdad invaluable, que comparado con ello, cincuenta quetzales no son nada. Una piedra mágica que concede deseos.

Pero hasta más tarde recordé y pensé: “¿se habrá muerto el hombre que casi me atropelló?”

12 de julio de 2008

La Piedra Azul (2a parte)

Después de eso me acosté porque me sentía mal. Me dolía la cabeza y me dolía el brazo. Tampoco podía dormir. Daba vueltas en mi cama, hasta donde se puede dar vueltas con un maldito yeso en el brazo, y luego concluí que definitivamente no iba a poder dormir. Volteé hacia un lado y ahí estaba mi piedra mágica. La tomé con la mano buena y la acerqué de nuevo a mis labios y susurré, apretando los ojos porque esta vez sí lo deseaba: “quítame este dolor, por favor”. Jamás creí que a mí me sucedería, pero lo pedí con tanto fervor que de verdad se me quitaron los dolores y pude dormir. Creo que a eso se le llama somatizar o algo así en psicología.
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* * *

Mi brazo ha seguido mejor, me duele menos y ahora lo que tengo que soportar es la picazón que me atormenta de vez en cuando, Pero lo único que tengo que hacer es pedirle a mi piedra mágica que me quite las molestias y todo bien. Es curioso, no funciona cuando sólo cierro los ojos y me concentro en que ya no quiero que me pique el brazo, sino que sólo funciona cuando se lo pido a la piedra. Es como si se hubiera convertido en un objeto especial para mí, como si de verdad creyera en la magia de la piedra y por eso mi mente sólo funcionara cuando le pido un deseo a ella. Como cuando alguien le pide a un santo conseguir empleo, y casualmente lo consigue, y luego la persona cree que fue obra del santo.
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Por supuesto que a nadie le cuento de esto, porque todo mundo se va a reír de mí. El otro día le comentaba a mis amigos que la fuente que está en medio del patio del colegio es bonita, que me parece que la construyeron con bastante cariño, que le pusieron esmero, y ellos se me quedaron viendo con una expresión de “después nos vas a salir con que leamos y les leamos poemas a nuestras novias”. Así que mejor dejo esas cosas para mí mismo, no sé si ellos son los que no me comprenden o soy yo el que es más maduro que ellos. Creo que son las dos cosas al mismo tiempo. Si les digo que tengo una “piedra mágica” que me quita las molestias del brazo les daré motivos para que se burlen de mí hasta que se mueran. O hasta que yo me muera, lo que pase primero.

10 de julio de 2008

La Piedra Azul (1a parte)

Hoy tuve un accidente. Me atropelló un automóvil en una calle cerca de mi casa, y es que soy un tonto… Iba caminando, pensando en mis asuntos, molesto con mi mamá otra vez, deseando que todo el mundo se muriera. Menos yo, por supuesto, porque leí en una revista hace como cinco meses, que cuando uno piensa esas cosas se hace daño de verdad, por el inconsciente y todo eso. Así que iba pensando en la forma en que me gustaría que murieran algunas de las personas que odio, cuando me atropelló un tipo. No fue tan fuerte, sino no lo estaría contando, fue más un golpe contra el costado del auto, pero igual caí al suelo y me quebré un brazo. Alguien más a quien odiar. Al dueño del automóvil gris que casi me pasó por encima.

Ya sé, se supone que ni siquiera debería de enfrentar los problemas huyendo, enojándome, pero tengo 17 y no puedo, por más que lo intente. NO PUEDO. Soy malhumorado, callado, malencarado, a veces no me dan ganas de hacer nada y de todos modos NO IMPORTA, porque NADA importa. Así que me tuve que aguantar la ida al hospital, la cara del médico y todo lo demás. Ni siquiera tuve la dicha de quebrarme el brazo con el que escribo, así estaría descansando más, pero tendría más ideas tontas dándome vueltas en la cabeza.

Nada interesante, sólo unas cuantas horas perdidas, atenciones de más en la casa, helado de consuelo. Hasta el momento en que la encontré. Iba de nuevo por la calle, esta otra vez sin enojo y con cuidado. Vi esa piedra azul transparente (¿?), me gustó y la recogí. Fui a traer lo que me mandaron a comprar, y regresé con mi pequeño tesoro de niño en la bolsa. No sé por qué me gustó tanto. El color, la forma, no sé. Yo ya no hago cosas de niño… casi nunca. Me imaginé que podría ser mágica, porque una piedra tan bonita no podría ser normal, así que cerré los ojos y le susurré un deseo: “deseo que se muera el idiota que casi me atropelló”. Me sentí bien, porque me imaginé que se moría el tipo. De una enfermedad, de un ataque, de algo rápido, que lo mataban, que lo atropellaban… Fue bonito pensar por un momento que la magia existía y que la podía usar en mi beneficio.

8 de julio de 2008

No Levantarás Falso Testimonio (Mentiras III)

Hasta donde sé, porque no soy estudioso de la Biblia, uno de los mandamientos dice "no levantarás falso testimonio". Algunos me querrán corregir y dirán que es "no mentirás". Acepto las correcciones, no creo ser perfecto. Sin embargo, mi crianza como católico me enseñó la primera opción, y creo que las implicaciones de la primera son más loables que la segunda.
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Sin embargo, ¿cuántos de nosotros podemos no mentir en la "vida real"? El otro día un señor me pidió que le tecleara un informe para una escuela de líderes a la que él asistía. Yo lo hice, y le cobré, por supuesto. Pero cuando él entregó el informe, ¿hacer creer a la otra persona que él lo había hecho, no es una forma de levantar falso testimonio? En cada página de su trabajo se mencionaba la Biblia, a Cristo y/o a Dios. ¿Acaso esta persona no se dio cuenta de que estaba mintiendo? ¿O quizá al entregar su informe admitió que pagó para que se lo teclearan? Cuando confrontamos las enseñanzas de la Biblia con la "vida real" resulta un tanto más difícil de lo que parece, cumplir con éstas.
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Mentir es parte de la vida cotidiana de casi todos nosotros, porque en un mundo donde todos dependemos de todos, de lo que piensen de nosotros, de la imagen que los demás tienen de nosotros, es difícil ser absolutamente sincero. ¿Podemos ser honestos siempre, no traicionar nuestros así denominados "principios"? Opino que la medida de la gravedad de nuestra mentira está en el daño ocasionado a otros. Por eso prefiero "no levantarás falso testimonio", porque para mí, habla de cómo lo que decimos afecta a LOS DEMÁS. Una vida honesta y transparente no es fácil, nada fácil...

6 de julio de 2008

Soy Mejor Que Tú (Mentiras II)


Muchas personas mienten respecto a sí mismas porque creen que los demás no los quieren tal y como son. En realidad eso se debe a que ellos mismos no se quieren, no se aman, se desprecian, y cuando se ven frente al espejo no les gusta lo que ven. Cuando nos reflejamos en un espejo asumimos que lo que está ahí es lo que los demás ven. Y de alguna manera es cierto, pero si queremos cambiar la imagen que los demás tienen de nosotros, lo primero que debemos hacer es QUERERNOS.

Podemos afirmar que a menos autoestima, más mentiras. Las personas que sienten que valen menos tienden a "inventar" más cosas respecto a ellas mismas y las cosas que les rodean. Su sueldo, las cosas que compran, las pertenencias que poseen, la ropa en que gastan, los paseos que dan... Un tío mío cuenta que en una empresa en que trabajó, mientras más bajo era el puesto, más "lujoso" era el celular del empleado.

¿Qué tratamos de demostrar al mentir? ¿Que somos mejores de lo que somos? ¿Que somos mejores que los demás? Nada de eso sirve, porque "el perico donde quiera es verde" y todos demostramos tarde o temprano lo que somos realmente. Mentir es peligroso, basar nuestras amistades, empleos y relaciones románticas en mentiras. Hacemos daño a los demás al mentir. No sólo cuando mentimos respecto a nosotros mismos para parecer mejores que los demás, sino cuando mentimos respecto a LOS DEMÁS para hacerlos parecer peores que nosotros. Son los estragos de una baja autoestima. Aprendamos a querernos y a ser mejores, no a mentir.

4 de julio de 2008

La Experiencia del Espejo (Mentiras I)


Todos tenemos la oportunidad de vivir una experiencia maravillosa, la experiencia del espejo. Parecerá ridículo e intrascente, pero tiene mucho significado cuando nos vemos por primera vez a nosotros mismos. Nos explicaba un catedrático hace unos años a mis compañeros y a mí, que cuando una persona, generalmente cuando es de corta edad, se ve a un espejo, hace muchos descubrimientos. Descubre no sólo su cara, su "yo", sino que comienza a comprender que es esa cara la que todos los demás ven. Que los otros no ven lo que uno siente y piensa que es, sino esa cara y lo que ella demuestra.

Cuando nos vemos en un espejo entendemos que estamos observando lo que los demás observan, nos observamos desde fuera. Comenzamos a comprender que nuestros pensamientos y sentimientos pueden ser ocultos tras una máscara, que es nuestro rostro. Podemos sentirnos tristes pero nadie se dará cuenta si dibujamos una cara sonriente en nosotros mismos. El espejo nos muestra cómo nos ven los demás, y por lo mismo aprendemos a mostrarnos como queremos que los demás nos vean.

En el espejo nos miramos como los demás nos miran, como QUEREMOS que nos miren los demás, como CREEMOS que nos miran. Y para algunas personas ahí surge un problema, debido al gran descubrimiento de la ciencia psicológica, que es la Baja Autoestima. Resulta que cuando se ven al espejo, a muchos no les gusta lo que ven. Y piensan entonces que los demás también los ven así, que nos les gustan a los demás. Y es entonces cuando comienzan las mentiras, las apariencias. Mentimos para aparentar ante los otros que somos otros, que somos mejores, pero no es porque los demás así nos juzguen, sino porque no nos gustamos a nosotros mismos.

2 de julio de 2008

¿Aprendiste la Lección?


La teoría que yo tengo (y que me ha ayudado a sobrellevar las malas experiencias) es que todo lo que nos sucede, sea malo o bueno, tiene un sentido. Claro, no será raro que algún cínico me diga que eso no es cierto, que sólo pienso eso porque es la forma en que busco consuelo en un mundo sin control, donde nada ocurre por alguna razón específica. Y está bien, puedo aceptar que otros piensen así, pero a mí me gusta encontrarle sentido a las cosas. Para mí la existencia humana debe encontrar un sentido, para encontrar su valor. Algunos acuden a la religión, otros a la frivolidad, otros a la vanidad intelectual. Yo, al existencialismo.

Todo lo que nos sucede tiene un sentido, y toda experiencia tiene algo qué enseñarnos. Nuestra responsabilidad es tener la madurez de saber ver la luz dentro de la oscuridad que nos rodea; luz que casi siempre se encuentra dentro de nosotros mismos. No ha sido fácil estar enfermo y sentir cómo a lo largo de casi tres años he perdido poco a poco más el control y la sensibilidad de mis piernas. Pasar paulatinamente de caminar como una persona "normal" a ser un señor en silla de ruedas. Pero he tratado de "aprender la lección" y sacar lo bueno. Como psicólogo, como persona, he aprendido a comprender al frustración y las limitaciones de quienes sufren lo mismo que yo, experiencia a la cual era totalmente ajeno hasta que me sucedió a mí. He aprendido a permitirme depender de los demás, cosa que nunca me ha gustado. A perder vergüenzas a las que jamás pensé que me enfrentaría, a comprender mi propia fuerza y el alcance que ésta puede llegar a tener. He aprendido también a ser feliz con una mejor comprensión de mí mismo y de que soy "más fuerte de lo que pensaba".

¿Y tú/usted, ya aprendiste lo que tenías que aprender, o sigues ocupado quejándote del problema que tienes?