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21 de julio de 2009

De Noche Para Siempre (XXXII)

No estoy seguro de cómo contar esta historia. Hay tantas ideas en mi mente que pienso que podría relatar largamente lo que me sucedió. Otras veces pienso que la historia será corta y hasta sin sentido. Contaré todo como se me ocurre. La historia de lo que creo fue la peor decisión que tomé en mi vida, y quizá la más importante.

Cuando estaba en cuarto bachillerato me gustaba una alumna de quinto perito contador. Yo era demasiado tímido como para hablarle, pero le confesé a mi mejor amigo en la clase, que ella me gustaba. Se llamaba Luz Rogelia Ucelo Juárez. Un día, en el pequeño salón que servía de biblioteca al colegio, ella estaba sentada en una mesa. Cuando la vi le comenté a mi amigo que ella me gustaba, y él me preguntó que por qué no le hablaba. Yo le respondí obviamente que no tenía el valor. Él me llevó a la misma mesa que ella, muy a pesar mío. Y comenzó a hablarle, pues él no tenía ningún problema en hacer ese tipo de cosas. Como buen amigo que era, me introdujo en la conversación, y de algún lugar me salió la confianza para seguirle hablando, y buscarla a la hora de salida para seguir platicando con ella y quedar para seguir juntos más adelante.

Lamentablemente me convertí en su amigo, y ella se enteró de que yo era un año menor que ella. Desde el principio me dijo que nunca podría fijarse en alguien menor, qué prejuicio tan tonto, seguramente le cerró muchas puertas. Y no sólo eso, sino que me contó del novio que tenía, que lo quería, y más adelante de cómo le hizo daño y ella lo seguía queriendo. Fue doloroso y frustrante para mí darme cuenta del daño que se hacía ella misma, y que nunca me daría la oportunidad de hacerla feliz. Fue triste, pero esta es sólo una pequeña parte de la historia que en realidad me interesa contar.

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