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26 de julio de 2009

Los Comentaristas


Independientemente de si uno lo apoya o no lo apoya, el fútbol guatemalteco es decepcionante. Es común utilizar la frase "jugaron como nunca... y perdieron como siempre". Cientos y miles de esperanzas de llegar a un mundial, por ejemplo, se han visto frustradas todas las veces. No es como una máquina tragamonedas, que a veces nos da y a veces nos quita. Es una garantía de fracaso.

Sin embargo, no es el fútbol el que quiero criticar en esta ocasión, más bien quiero resaltar mi admiración por ciertas personas.

Uno como televidente o radioescucha tiene la opción de dejar de ver o escuchar si así lo desea. Si la decepción es mucha o la frustración es difícil de soportar, se puede renunciar a seguir con la tortura. Sin embargo, los narradores y comentaristas del partido no lo pueden hacer. No sólo no pueden hacerlo, sino que su profesionalismo los obliga a narrar el partido con emoción, con intensidad, a realizar críticas constructivas y alguna meramente destructiva. Ellos tienen que estar ahí, aunque el espectáculo sea pésimo.

Mi admiración es grande y honesta, no se me confunda con un sarcástico. Estamos hablando de que estas personas son verdaderos profesionales. Mantienen la emoción, mantienen la esperanza del público en la medida que pueden, nos hacen seguir viendo o escuchando, aún cuando ellos mismos quisieran renunciar. Y digamos que es posible narrar con emoción un partido, yo mismo, si tuviera la habilidad, podría hacerlo aunque el partido fuera malo, aunque el resultado sea triste para mí. Pero ellos han tenido que lidiar con la misma situación durante años y hasta décadas. ¿Cómo es posible que narren partidos con emoción y esperanza en la voz, después de pasar años y años de decepciones y frustraciones? Es gente de verdadera fe en el fútbol de nuestra nación, o es gente con un profesionalismo enorme e impecable. En cualquiera de los dos casos, son dignos de admiración y aplauso.

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