La amistad que tuve con mis compañeras de Universidad en el primer año fue muy especial para mí y llena de experiencias. No sólo éramos compañeros de aula, sino que formamos una amistad que duró hasta estos días. A pesar de que las decisiones que tomamos nos llevaron por caminos distintos que nos separaron, algunos conservamos alguna comunicación.
Yo era el único hombre del grupo. Ya saben, Karen, Cristy, Ana María y yo. Después de un tiempo decían en broma: "que estar conmigo era como estar con una mujer... por la confianza". No se escucha muy bien que lo diga, así que no uso mucho esa frase. Pero me jacto de llevarme bien con las mujeres.
Solíamos salir a bailar, y en ocasiones nos quedábamos después a dormir en un refugio, en el cual trabajaba la madrina de Cristy. Su madrina era monja. Recuerdo una de esas ocasiones, en que precisamente por la confianza que nos teníamos, nos quedamos a dormir en la misma habitación, en la misma cama. Fue la única vez en que dormí al lado de Karen. Estaba tan feliz de tenerla a mi lado, percibir su calor. No la toqué siquiera, no le dije nada, ni siquiera le insinué algo. Sin embargo, fui muy feliz esa noche. Supongo que así deberían ser las cosas.
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